Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Contrario
a la idea que el gobierno mexicano ha querido hacer creer a la sociedad, de que
en México las cosas están cambiando y existe un clima de paz y tranquilidad, la
verdad es distinta. Con la característica de siempre aparecer, la verdad además
es cruda y dolorosa, el crimen sigue estando más organizado que las
autoridades, sigue causando muertes y miedo, sigue filtrado en las
corporaciones policíacas, sigue aquí, entre nosotros.
El
gobierno que encabeza Enrique Peña Nieto, ha continuado bajo la misma postura
desde hace ocho meses que inició su administración, hablar poco de los hechos
violentos que ocurren en el país, incluso ni la detenciones de narcotraficantes
se le ha dado tanta difusión; lo que está quedando claro es que minimizar la
violencia y hacerla pasar como hechos aislados, no terminará con un problema
que lejos ausentarse, mutó y sigue siendo fuerte.
A
consecuencia de la crisis de inseguridad y violencia que se vive en México en
los últimos años, el término de “Estado fallido” se ha utilizado por la
sociedad y algunos medios de comunicación, para describir la ineficiencia e
inoperancia del estado ante distintas condiciones, particularmente por la falta
de control y resultados en temas de seguridad pública.
Lejos
de pretender hacer un análisis de lo que es el “Estado fallido”, acuñado por el
sociólogo alemán, Max Weber en el siglo
XIX, lo que sí es una realidad es que el estado en su conjunto está fallando y
muchas cosas no andan bien. Algunos podrán decir que no se puede hablar de esta
incapacidad del estado, porque la mayoría de sus servicios y funciones están
trabajando, pero ¿Bajo qué condiciones?, es decir, podemos como sociedad gozar
de la vida a sabiendas de que en nuestro país siguen los secuestros,
extorsiones y asesinatos; puede el
gobierno jactarse de su trabajo cuando no ha podido con el crimen organizado,
fallido o no, esto a mí me hace mucho ruido.
Cuando
hablo del estado en su conjunto, también me refiero a la sociedad, porque de
cierta manera también nos hemos convertido en cómplices de la situación,
particularmente con la indiferencia, cuestión que ya he manejado en temas
anteriores. Nos estamos quedando quietos, es cierto que mucha de la responsabilidad
recae en el gobierno, pero a nosotros como ciudadanos nos ha faltado la
capacidad de organizarnos hacia dentro.
Otra
de las cosas que me parece alarmante de esta prolongación de la violencia y el crimen
en el país, es que no hemos logrado
darle lectura a las situaciones que se presentan en diferentes regiones y
evitarlas en el futuro inmediato, vivimos pensando que a nosotros no nos puede
pasar y estamos equivocados, ha quedado demostrado que lo que le afecta a una
región, tarde o temprano se muda a otra.
Muchas
de las ciudades que tenían los índices más bajos en homicidios al iniciar la
llamada guerra contra el narcotráfico, fueron aumentando sus números
considerablemente al pasar de los años, es decir, hemos visto las consecuencias
del crimen en otras ciudades y al pensar que eso está lejos de nosotros, le
hemos permitido llegar, entrar e instalarse en nuestros hogares.
Hace
algunos días El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a
conocer la información de los homicidios registrados en el país durante el
2012. El informe revela que en 2012 hubo 26 mil 037 homicidios en México,
siendo Chihuahua y México las entidades con el índice más alto, mientras que
Aguascalientes, Baja California Sur y
Yucatán, son las más bajas.
Aunque
el informe no menciona cuántos de estos homicidios tienen relación con el
narcotráfico, el dato sigue siendo igual de alarmante; la disminución de
crímenes a comparación del 2011 es de 1, 176, es decir, no hay nada que celebrar,
porque así sean diez, cien o miles, representan vidas, familias.
En
el ambiente que prevalece en el país, para algunos las cifras son lo de menos,
más cuando lo que siguen viviendo es una pesadilla, a la cual han tenido que
enfrentar con lo que se han encontrado, tal como lo han hecho los grupos de
autodefensa en estados como Michoacán y Guerrero, podrán estar lejos de la
legalidad, pero ¿Usted no defendería a los suyos aunque esté en riesgo su vida?
Quizá el miedo inmovilice, pero el hartazgo de promesas e inseguridad, está
orillando a muchas comunidades que están en el olvido a armarse.
Cuando
digo que la violencia mutó, me refiero a que ahora hablamos de violencias,
porque se da en diferentes formas y dimensiones, lo que en muchas regiones del
país está sucediendo va más allá de las miles de ejecuciones que se dieron en
el 2010 en estados como Chihuahua y Sinaloa, porque las formas de padecer la
violencia y los crímenes que no se ven también hacen daño, el incremento de la
“desaparición” de personas y asaltos en Jalisco, la fuerte crisis de inseguridad que azota a Michoacán,
e incluso la misma postura de tomar las armas de algunos grupos de la sociedad
civil, son ejemplos de ello.
Es
cierto que México necesita una transformación profunda, no lo puedo negar,
necesitamos invertir nuestros esfuerzos para construir un país distinto, pero
dudo mucho que lo podamos hacer en condiciones tan adversas, nos urge voltear
la mirada a nuestra historia reciente, ver lo que sigue estando mal y
cambiarlo.
No
sirve de nada ocultar información sobre lo que en realidad está pasando, no
ayuda que los medios digan que todo va bien, la realidad siempre se asoma y
reclama lo que es suyo. No sé si hay o
no “Estado fallido”, lo que sí sé es que el crimen sigue viviendo aquí y el
silencio se ha convertido en su mejor cómplice.
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