viernes, 22 de noviembre de 2013

Niños de México: El futuro incierto

Los niños de México están pagando los errores cometidos por los adultos, enfrentando una sociedad que parece violenta, descompuesta e indiferente. La violencia de los últimos años ha empezado a cobrar factura, y desgraciadamente, cada día es más común encontrarse a niños víctimas de la violencia, atrapados por el narcotráfico, explotados, secuestrados, marginados, violentados, utilizados y asesinados.
Por Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
El 20 de noviembre se conmemoró el Día Universal del Niño, y además de promover su bienestar, se celebra la fraternidad y la comprensión entre todos los niños y las niñas del mundo. Esta fecha quedó marcada como el día en que la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.
Precisamente la ONU ha aprovechado este día para recordar que los niños representan uno de los sectores más vulnerables ante las crisis, los conflictos armados y los fenómenos climáticos, por lo cual han demandado mayor atención por parte de los gobiernos hacia los infantes.
A pesar de saber lo vulnerables que son los niños, en los últimos años hemos sido testigos de la violación de los derechos de miles de niños y niñas alrededor del mundo. Los encontramos siendo explotados laboralmente, discriminados, sin acceso a la educación, maltratados y violentados.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en México, en los últimos 25 años, murieron asesinados dos menores de 14 años de edad diariamente, además, el 62% de los niños y niñas han sido víctimas de maltrato en algún momento de su vida. 

Violencia y niños

Es un hecho que la violencia ha terminado por afectar a los niños, de forma directa o indirecta están siendo víctimas de ésta. Los niños mexicanos se han naturalizado con ella, viéndola como algo que tendrán que enfrentar tarde o temprano. 

Homicidio en Morelos Zaragoza

Del multi-homicidio logró sobrevivir Sofía, una bebé de apenas 4 meses a la que le “perdonaron la vida”, como muestra auténtica de la versión del México cruel y salvaje, donde otro ser humano tiene la decisión de dejarte vivir o no. 
Durante los últimos años, México se ha convertido en unos de los países más violentos del mundo, destacando los hechos de los últimos 6 años a consecuencia de la “guerra contra el narcotráfico”. Según la Red por los Derechos de la Infancia (REDIM), de Diciembre de 2006 a Octubre de este año, 1,837 menores de edad han muerto a consecuencia del crimen organizado, de los cuales 136 han ocurrido este año. 
A nivel nacional, la tasa de mortalidad de menores de edad se ha incrementado del 2007 a la fecha, y los estados con mayores índices son: Nuevo León, Sinaloa y Chihuahua.
Es un hecho que la violencia ha terminado por “tocar” a los niños, de forma directa o indirecta están siendo víctimas de ésta. Los niños mexicanos se han naturalizado con ella, viéndola como algo que tendrán que enfrentar tarde o temprano.
Un suceso reciente es muestra de la realidad que están viviendo los niños bajo un clima de violencia e inseguridad. En Ciudad Juárez, Chihuahua, el pasado 17 de noviembre, ocho miembros de una familia fueron asesinados a cuchilladas de manera cruel y despiadada, entre las víctimas se encontraban tres menores de edad, dos niñas y un niño.
El crimen ha despertado la indignación de la sociedad, pero también la preocupación y el miedo, porque este hecho es un ejemplo de que la violencia ha reaparecido en las calles de la ciudad que hasta hace unos años fue considerada la más violenta de México.
El asesinato se cometió dentro la casa de la familia, en la colonia Morelos Zaragoza a las orillas de la Ciudad. Ahí murieron Máximo Martín Romero Sánchez y María del Carmen Castañeda Morales, padres de Daniel y Janeth Abril Romero Castañeda, de 6 y 4 años respectivamente.
Las otras personas asesinadas fueron la madre de María del Carmen, así como su hermana y la hija de esta última, una niña de apenas cuatro años. La última víctima fue Rubén Romero, hermano de Máximo. 
Desde un principio las autoridades locales descartaron la posibilidad de que el asesinato tuviera relación con el narcotráfico o el crimen organizado, y lo ligaron con la posibilidad de que se tratara de una venganza familiar, alguna deuda o con el trabajo de Máximo, quien se dedicaba a vender automóviles.
Más allá de las causas, el asesinato de esta familia es responsabilidad del Estado, porque le ha faltado invertir en cuestiones preventivas y de cohesión social; pero también es culpa de nosotros como ciudadanos, que nos hemos conformado con resultados pobres en cuestiones de seguridad. Basta una persona asesinada, de la forma que sea, para darnos cuenta de que las cosas no están bien. 
Un crimen de estas dimensiones es reflejo de una de las consecuencias más letales de la guerra que ha vivido México en los últimos años, es una representación del deterioro social en el que está sumergida esa región del país, donde simplemente una persona no teme matar a sangre fría por el motivo que sea.
Del multihomicidio logró sobrevivir Sofía, una bebé de apenas 4 meses a la que le “perdonaron la vida”, como muestra auténtica de la versión del México cruel y salvaje, donde otro ser humano tiene la decisión de dejarte vivir o no. 
Los niños mexicanos están viviendo un incremento considerable de violencia que definitivamente les está afectando, pues han pasado de ser espectadores a víctimas en distintas formas.
Gran parte de lo anterior se debe a que en México no existe una legislación concreta que proteja a los niños de la violencia, además de la carencia de programas integrales y políticas públicas que promuevan los derechos de los niños, es decir, educación, desarrollo, justicia, salud y prevención de riesgos.
Hechos como estos deben de llevarnos a reconocer, pensar y cuestionarnos seriamente no sólo en el México que estamos viviendo, también debe de preocuparnos el país que le estamos dejando a las próximas generaciones, si no lo hacemos, le dejaremos a Sofía y a todos los niños una sociedad rota, violenta, descompuesta e indiferente.
Discúlpanos Sofía.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Una amenaza mortal acecha a México: La impunidad

A las autoridades mexicanas les importa muy poco esclarecer los asesinatos, las agresiones y desapariciones de periodistas. Así lo han dejado ver los pocos o nulos avances de las investigaciones sobre varios casos, la mayoría de ellos, archivados.
Por: Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Organizaciones como Reporteros sin Fronteras (RSF), Artículo 19 y la misma Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), han informado de que en México, del año 2000 al 2013 han sido asesinados más de 80 periodistas.
Es un hecho que ser periodista en México es una profesión de alto riesgo. Además de las agresiones y amenazas de los grupos del crimen organizado de las que son objeto, e incluso por mismas autoridades, no hay que olvidar la poca protección con la que cuentan para realizar su trabajo.
En mayo de este año, en el marco del Día Mundial de la Libertad de Prensa, el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) dio a conocer una lista de los 12 países con mayores índices de impunidad en casos de periodistas asesinados, donde México ocupa el séptimo lugar. Además, según la misma organización, es el país donde desaparecen más periodistas.
El pasado 13 de noviembre se cumplieron cinco años del asesinato del periodista José Armando Rodríguez Carreón, “El Choco”, como le decían sus amigos. Hasta esta fecha, la Fiscalía de Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión (Feadle), que tomó el caso hace pocos meses, no tiene avances que resulten significativos. 
Fue precisamente en el 2008, año que representó el inicio de las más fuerte crisis de inseguridad y violencia que haya pasado Ciudad Juárez, cuando Armando Rodríguez fue asesinado afuera de su casa. Le dispararon 10 veces con un arma de 9 milímetros.
El motivo del asesinato se desconoce. Aunque se sabía, incluso por las mismas autoridades, que Armando había sido amenazado tiempo antes del atentado, no se hizo nada para protegerlo.
Armando era uno de los periodistas más leídos en la ciudad, sus notas y artículos eran contundentes y críticos. Contaba con más de 10 años de experiencia en los medios y fue un periodista ampliamente reconocido por la policía. Para sus colegas, su trabajo permitió descubrir muchas cosas relacionadas con la inseguridad en la ciudad, redes de corrupción y narcotráfico.
Desde sus inicios, la investigación sobre Armando ha sido deficiente y llena de irregularidades. Cada año que pasa hay algo nuevo, algo que no engrana con lo que se había investigado anteriormente; hay muchos nombres y apodos pero no hay culpables.
La red de periodistas de Ciudad Juárez ha estado al pendiente del proceso y ha denunciado que en la investigación no hay avances, ni con las autoridades del estado ni con las federales. Ya desde el 2012 esta organización había denunciado que no existían rastros de los autores materiales e intelectuales del crimen, lo que para esta organización significa que no hay intenciones de las autoridades por resolver el caso de Armando.
En el 2010, el entonces presidente Felipe Calderón, dijo que la investigación ya había concluido, cosa totalmente falsa. Ahora, para este quinto aniversario, la fiscalía ha dado a conocer una sexta versión de lo sucedido, la cual dice que el responsable del crimen ya está muerto.
Otra organización dedicada a la defensa de la libertad de expresión y que ha seguido el caso, es Artículo 19 México. La organización ha denunciado, a través de diferentes espacios, los asesinatos y desapariciones de periodistas, y ha exigido al Estado su resolución.
Obviamente, el problema central es la violencia, porque cualquier país que tenga condenada y callada la voz de sus informadores está atentando directamente contra una sociedad que desea estar informada, pero también representa la poca capacidad de las autoridades en cada uno de los casos, los mismos que van dejando en el pasado, empolvándose y haciéndose viejos.Esta organización presentó una campaña llamada #ImpunidadMata, que tiene como objetivo visibilizar los hechos impunes sobre periodistas que hay en México. En esta campaña de documentales aparece la historia de Armando Rodríguez, que da cuenta de la serie de rezagos que han existido en la investigación desde sus inicios.
Pero lo que no se hace viejo es el dolor de la ausencia y la impunidad, eso sigue ahí, no se va, permanece y asfixia, se hace presente cada día para los familiares y amigos de Armando, porque cada año que pasa es lo mismo: los avances son nulos y no van a ninguna parte.
Como el caso de Armando hay muchos más. Desde el mandato de Felipe Calderón, el gobierno ha simulado que hace algo por los periodistas, lanzando campañas, protocolos de seguridad, discursos y acciones que terminan fracasando. Ninguna autoridad, ni estatal ni federal, se preocupan por este tipo de situaciones en profundidad.
En conclusión, no hay indicios de que se le hará justicia a la libertad de expresión.
Lo anterior es clara muestra de que asesinar a un periodista en México, no tiene consecuencias y eso es extremadamente grave. Con ello, se demuestra que la libertad de prensa y de expresión es simulada, está compuesta por mentiras y está condenada.
Los crímenes, amenazas y asesinatos a periodistas en México se investigan poco, mal o nada. 

viernes, 8 de noviembre de 2013

“A los policías uno les tiene más miedo que a los sicarios”

Aunque muchos insisten en negarlo, en México hay una persecución, criminalización y estigmatización hacia los jóvenes y parece que el único argumento es el sólo hecho de ser jóvenes.
Por: Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Los jóvenes están siendo testigos y protagonistas de la represión y el uso excesivo de la fuerza pública, así se ha visto en las recientes marchas y manifestaciones, pero también están siendo objeto de detenciones arbitrarias por parte de la policía, que sin tener un argumento válido, los detienen y cuestionan.
Ya no sólo se trata del histórico enjuiciamiento por parte de la sociedad que parece estar enojada con sus jóvenes, ahora hay una relación que se ha fracturado y a la cual pocos prestan atención. Los cuerpos policiales están viendo en los jóvenes a sujetos peligrosos, mientras que los jóvenes simplemente no creen que la policía esté para protegerlos, al contrario, la ven como un enemigo.
Si una institución ha sido cuestionada en México esa es la policía, ya sea por su poca preparación o por su involucración en hechos de corrupción y su complicidad con el crimen.
Según datos de la Primera Encuesta Iberoamericana de Juventudes, los jóvenes mexicanos son los que menos confianza tienen en sus instituciones, como la policía, los políticos, la justicia, los medios de comunicación y el gobierno.
Ya desde el 2005 esta situación se vislumbraba. En la Encuesta Nacional de Juventud el desinterés en la política y desconfianza en las instituciones ya era una realidad. En aquel entonces, la policía obtuvo una calificación de 5.9, en una escala del 1 al 10, seguida por la Cámara de Diputados (6.0), los partidos políticos (6.1) y el presidente (6.8).  
Esta desconfianza y fractura ha quedado reflejada en las recientes movilizaciones sociales, donde ha reinado el uso de la fuerza pública y el abuso de la autoridad hacia los manifestantes, que en la mayoría de los casos son jóvenes.
Aunque no es un fenómeno nuevo, hace algunos días se presentaron dos incidentes que van más allá de la persecución y criminalización de los jóvenes..
En Zapopan, Jalisco, Érick Fernando Chávez Trejo, de 21 años, fue asesinado por un policía. La madrugada del 2 de noviembre Érick maneja su camioneta, cuando un grupo de policías le pidieron que se detuviera para realizarle una revisión de rutina.
Aunque es una práctica inconstitucional que ha generado un enorme rechazo social, desde hace tiempo en México se han instalado retenes policiales para detener a posibles sospechosos. Esto fue lo que le pasó a Érick.
Durante la detención “de rutina”, Érick bajó de la camioneta, uno de los policías lo agarró por detrás, le pegó con la pistola en la espalda y al hacerlo el arma se disparó, la bala se fue justo a la cabeza de Érick.
En Huehuetoca, un grupo de jóvenes regresaba de un baile y en la calle se enfrentaron con otros jóvenes. El escándalo alertó a la policía municipal. Uno de los policías disparó su arma y terminó con la vida de Cristian Daniel Santillán Martínez, de 13 años. El asesinato despertó la indignación de los pobladores que se reunieron frente al edificio de la presidencia municipal y lo incendiaron como muestra de repudio.
Estos incidentes vienen a demostrar que las detenciones se hacen según la apariencia y el modo de vestir de las personas, e incluso, en algunos casos, por la zona geográfica donde se encuentren.
Alguien podría pensar que estos casos pudieron haber sido accidentales, pero se supone que si los policías llevan armas es para actuar en los casos estrictamente necesarios, o porque alguien está en peligro.
No señores policías, no señores gobernadores, no son a estos jóvenes a los que les tienen que demostrar que ustedes son quienes hacen valer la ley y velan por la seguridad de la ciudadanía. Si no son capaces de entender eso se equivocaron de vocación. Un servidor público no puede exponer así la vida de las personas por las que trabaja.¿Qué peligro representaban Érick y Cristian? En ninguno de los casos veo la necesidad de la policía de sacar las armas, no creo que en una revisión de rutina sea necesario hacerla con el arma desenfundada y lista para disparar. Tampoco creo que las soluciones de conflictos se den bajo amenaza de muerte.
Me aferro a pensar que estos dos hechos no pasarán como eventos aislados y sin resonancia. Las palabras del padre de Érick son contundentes: “A los policías uno le tiene más miedo que a los sicarios”.



viernes, 1 de noviembre de 2013

Récord Guinness vs. Dignidad

En México son pocos los jóvenes que logran ingresar a la universidad, aquellos que lo hacen deben esforzarse enormemente para mantenerse, alcanzar un buen promedio para tramitar alguna beca y en algunos casos trabajar a la par de los estudios para poder costear los mismos.
Por Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Ser universitario es toda una aventura, más allá del esfuerzo académico que esto implica, deben sortearse día a día otras cuestiones que hacen el recorrido hasta la vida profesional un camino demasiado escabroso.
El rezago educativo en México puede verse a través de la deserción escolar, la gran mayoría de los niños que comienza la educación básica no logran concluir una carrera profesional. Dos de los principales motivos de que esto ocurra son: la falta de recursos económicos, ya que los costos de las universidades, tanto públicas como privadas, son demasiado altos; y el segundo, que no existen plazas suficientes en las universidades públicas para que todos los jóvenes que desean estudiar una carrera lo puedan hacer.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 1.7% de los jóvenes no cuenta con ninguna instrucción académica, el 15.7% cuenta con primaria y el 36.5% con secundaria. Respecto a estudios profesionales o de posgrado, son el 24.4%.
Según datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), México es un país con uno de los porcentajes más altos de jóvenes que no estudian ni trabajan. El primer país es Turquía, seguido de Israel y México. A través del Informe Panorama de la Educación 2013 de la misma organización, se destaca que el 24.7% de los jóvenes no tienen trabajo ni están inscritos en la escuela.  
Otro dato, en la Encuesta Nacional de Valores en Juventud, en la pregunta: ¿Para qué estudiar? Los jóvenes respondieron de la siguiente manera: el 53.5% dijo que estudiando podrá conseguir un buen empleo, el 17.6% considera que el estudio le proporcionará  un buen desarrollo profesional, y en menor porcentaje están aquellos que dicen que ganarán dinero y adquirirá prestigio, 9.3% y 1.2%, respectivamente.
Un dato revelador de la misma encuesta es que casi todos los jóvenes encuestados consideraron que tener una carrera profesional vale la pena, el 93.9%. Sólo el 4% se pronunció en contra.
A pesar de la dificultad que conlleva realizar una carrera profesional, ya sea en una universidad pública o privada, los jóvenes que tienen los medios han optado por hacerlo, aunque conscientes de que al terminar sus estudios el panorama es aún más complicado y desalentador, han apostado por la educación como la llave que abre el futuro. 

“Besando un auto”
En los últimos años, grupos de la sociedad civil, empresas y el mismo gobierno, han realizado programas con el objetivo de estimular el quehacer académico de aquellos que se encuentran estudiando y tienen buenas calificaciones.
Algunos de estos programas incluyen el sorteo de becas, computadoras, dinero y automóviles. De manera reciente, en la Feria de Pachuca, Hidalgo, se convocó a 60 estudiantes que tuvieran buenos promedios a participar en un concurso, y el primer premio consistía en un automóvil.  

El concurso despertó la indignación y el enojo de algunos usuario de la redes sociales, la misma dinámica de la competencia se posicionó en Twitter bajo el “hashtag” #BESANDOUNAUTO.  Estudiosos, académicos, juvenólogos, y el mismo presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Hidalgo (CDHEH), José Alfredo Sepúlveda Fayad, manifestaron su preocupación por este tipo de concursos, que calificaron de denigrante.Lo singular (e indignante) del concurso, es que los estudiantes tenían que besar la carrocería de un automóvil el mayor tiempo posible, resultando ganador el que más tiempo lo hiciera. La “maravillosa” idea de concurso bajo el nombre de “Besando un auto”.

Ante la crítica, los organizadores respondieron que se trataba de un concurso que promovía los valores, sí, leyó usted bien, en México se promueven los valores de los jóvenes con mejor rendimiento académico poniéndolos a besar automóviles.
Seguramente habrá quien diga que los participantes tienen suficiente edad para haber dicho que no, pero la actividad va más allá de lo evidente, refleja la necesidad económica de uno de los grupos más vulnerables de la sociedad, y también representa la total lejanía del gobierno de las realidades y necesidades de los jóvenes.
Lo pongo en otra perspectiva, si se trataba de promover valores para jóvenes destacados, ¿no hubiera sido mejor que participaran en algún proyecto de investigación, científico o comunitario? ¿no dejará mayor experiencia promover actividades académicas en lugar de concursos que literalmente te ponen en el suelo a besar un pedazo de carrocería? Le pido que veamos el fondo, no se trata del premio, se trata del significado que todo esto contiene.
Una cosa más, el concurso se estableció como parte de los organizadores con el motivo de romper el récord Guinness, que le pertenecía a Alemania, y ¿sabe qué pasó?
Aunque algunos pudieran pensar que es un hecho sin importancia o aislado, lo sucedido en la feria de Pachuca debe de preocuparnos y mucho. Si bien la actividad fue realizada por la promotora que organiza la feria, contó con la aprobación y promoción del gobierno, eso es lo más delicado.Pues rompimos el récord. Pasaremos a la historia por ser el país cuyos jóvenes más destacados han permanecido más tiempo besando un automóvil, 76 horas para la historia.
Los jóvenes mexicanos necesitan de estímulos y espacios verdaderos, el camino para obtener algo que se quiere no debe de poner en juego la dignidad de las personas. Es muy triste que nuestras metas estén pensadas para romper récords a través de la humillación, ojalá que algún día podamos ser el país que rompa todos los récords en calidad, inclusión e inserción educativa. Eso sí sería motivo de festejo.