jueves, 30 de mayo de 2013

¿Desde cuándo criminalizamos a los jóvenes por el solo hecho de ser jóvenes?

Noé Alí Sánchez Navarro.
@noesanz

Me hago esta pregunta porque a veces parece que pensamos que mucho de lo que ocurre hoy en día es culpa de las actuales generaciones, es una postura bastante cómoda e irresponsable, las generaciones vamos recogiendo los frutos de lo que nuestros antepasados van sembrando, y aunque ciertamente es nuestra responsabilidad cambiarlo o luchar porque sea mejor, hay males que son patológicos y estructurales.
Uno de estos males a los que me refiero es precisamente la persecución y criminalización de los jóvenes, tan añeja como la aparición de los mismos, esta persecución se ha ido gestando desde los adultos, a los que parece que no les gusta que los jóvenes rompan los paradigmas, lo establecido y el supuesto orden; mientras que al estado, al tener históricamente una mirada adultocéntrica y de tutelaje hacia los jóvenes, le es más fácil reprender que acercarse a las nuevas expresiones juveniles.
¿Por qué digo todo lo anterior? De manera reciente, aunque no es un hecho nuevo, se han recrudecido los ataques hacia las y los jóvenes, no me refiero solamente a acciones violentas, también hablo sobre la manera en que sus acciones están siendo descifradas y proyectadas hacia el resto de la sociedad por las instituciones y el estado, e incluso en ocasiones por los mismos medios de comunicación.
Hace algunos días se produjeron dos hechos en México a los que debemos prestar atención, en Ciudad Juárez, Chihuahua, se anunció a través de algunas asociaciones que jóvenes de algunos sectores de la ciudad están siendo arrestados por jugar en la vía pública o reunirse en las esquinas, tan solo en el primer trimestre del 2013 los elementos de la policía municipal arrestaron a dos mil 748 menores de edad.
Mientras que en Zapopan, Jalisco, el mismo alcalde, Héctor Robles, presumió que en los operativos antipandillas, establecidos para la reconstrucción del tejido social en la entidad, agarran a “macanazos” a más de 70 jóvenes por noche.
En rueda de prensa el alcalde dijo: "Yo les puedo decir que con los operativos antipandillas todas las noches agarramos a macanazos a más de 70 jóvenes, y de esos más de 70 jóvenes a lo mejor uno o dos o 10 tienen drogas en su poder y son consignados, pero los otros 60 son soltados porque son faltas administrativas y van a seguir generando problemas de vandalismo, van a seguir generando problemas de drogadicción y van a seguir generando problemas de inseguridad”.
Es muy común encontrarse con que los policías acudan a donde se reúnen los jóvenes con argumentos como: “Están en bola y eso para nosotros representa que están planeando un atraco” “Es una falta al orden público porque un grupo de más de cinco personas en la calle se considera peligroso”.
Lo preocupante de estas situaciones es que ocurren en espacios relativamente pequeños, en las calles, con grupos y en sectores específicos. Pero estas situaciones son un ejemplo de lo que sucede a nivel macro. Con mucha tristeza suelo escuchar a gente que reprueba la actitud de los jóvenes hacia diferentes hechos, cuando estos manifiestan su inconformidad ante determinada situación, reflejo del hartazgo en el que se encuentran, a pesar de que no todos lo vean no quiere decir que no exista.
Con acciones como esta me queda claro que las y los jóvenes son el sector más afectado por las políticas públicas emprendidas en los últimos años en México, este sector de la población representa la mayoría, pero no se les atiende ni se les escucha, rara paradoja de un estado democrático.
Lejos de que podamos ver leyes, proyectos, políticas dirigidas hacia los jóvenes, se da una persecución por el solo hecho de no estar de acuerdo con un sistema que excluye y castiga, hay muchas sanciones para aquellos que infringen la ley, y eso no está mal cuando hablamos de preservar la paz y el orden, pero esto sería más equilibrado si los jóvenes no vivieran en situaciones de precarización y violencia.
Más allá de cuestionar y sancionar el uso de la calle, que dicho sea de paso es un espacio que guarda una estrecha relación con las culturas juveniles, ¿Cómo vamos a pedirle a los jóvenes que no delincan si en su casa no hay para comer?, ¿Por qué juzgar las manifestaciones en contra de lo que no les parece?, ¿Por qué sancionar por ocupar la calle como un espacio de reunión con sus pares?, necesitamos entender que el problema no está en los jóvenes, está en su entorno, en el día a día, y ese lo construimos todos.
Si no queremos tener a los jóvenes en las calles, entonces tenemos que entender que es necesario y urgente un cambio estructural y una inversión efectiva y no temporal, es necesario abrir la educación para todos, crear empleos dignos y bien remunerados, crear espacios culturales, deportivos, artísticos y de encuentro para los jóvenes, pero dentro de los barrios, de su espacio; en resumidas cuentas me refiero a no darle cabida a la violencia por ningún lado, que no se convierta en un pretexto de persecución, debemos asfixiar a la violencia para que no se convierta en el proyecto de vida de nadie.
Concluyo señalando que así como una sociedad que no conoce su historia está condenada, también una sociedad que elige criminalizar a sus jóvenes, en vez de garantizar salud, educación y empleo, tiene sentenciado su presente y futuro. Las y los jóvenes requieren de políticas públicas que respondan a sus necesidades, no policías que cuestionen y hostiguen; necesitan una sociedad justa donde vivir, no una sociedad que los condene por el solo hecho de ser jóvenes.

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viernes, 10 de mayo de 2013

Los feminicidios de Juárez: Veinte años de dolor, silencio e impunidad en el desierto.



Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz

Hay preguntas que pueden divagar veinte años sin respuesta: “¿Dónde están, dónde están? Nuestras hijas ¿Dónde están?” Hay reclamos tan profundos y constantes a los que muchos parecen ser indiferentes: “Son nuestras hijas, no mercancías”, y hay personas que viven con la esperanza de volverse a encontrar con su ser querido: “Nosotros lo que queremos es volver a verla”.

Esas son algunas de las voces de personas que siguen luchando y caminando incansablemente, que sin tener respuestas concretas y pruebas confiables que permitan saber porque les han arrebatado a sus hijas, han decidido emprender la búsqueda por su cuenta, con la intención de encontrarlas con vida.

Así es la situación de Ciudad Juárez, ubicada al norte de México, frontera con Texas, Estado Unidos, con un desarrollo industrial y crecimiento demográfico importante. Esta ciudad ha padecido un mal que lejos de superarse y resolverse, se pospone y archiva, prolongando un dolor al que pocos prestan atención.

Aunque la historia reciente de la ciudad ha estado marcada por ser considerada una de las más violentas a consecuencia de la guerra contra el narcotráfico y la disputa de los cárteles de la droga por establecerse en la misma, la fama internacional la cobró desde 1993 por los asesinatos en contra de mujeres: feminicidios. 

A partir de la década de los 60’s Juárez registró un enorme aumento en el  índice de personas dedicadas a la vida industrial, con una característica en particular; destacaba la participación de la mano de obra femenina.

Entre 1970 y 1980, Juárez se consolidó como una importante urbe industrial, pero ante el marcado crecimiento económico y el arribo a la Ciudad de paisanos en busca de una mejor condición de vida, se empezaron a gestar lo que serían a futuro los males de la ciudad, actos de corrupción, lucha de intereses de grupos de poder, venta de alcohol y drogas; que terminó por repercutir en la seguridad y tranquilidad de los ciudadanos.

Al inicio de la década de los 90’s la frontera enfrentó su primer reto de seguridad social como metrópoli, los asesinatos de mujeres de manera seriada o feminicidios, provocaron la atención a nivel mundial sobre uno de los lugares que prometía mejores condiciones de vida para sus habitantes; aunado a lo anterior la presencia del narcotráfico, particularmente del cártel de Juárez, emergía sin mínima objeción de las autoridades.

Los primeros casos de feminicidio fueron registrados en 1993, cuando empezó a ser constante la aparición de cuerpos de mujeres que habían sido raptadas, abusadas sexualmente y asesinadas. Desde entonces y a lo largo de veinte años, no ha pasado un solo año sin que se cometa un crimen de este tipo.

Desde 1993 hasta principios de 2004 se reportaron más de 415 casos de asesinatos contra mujeres en Ciudad Juárez. Según datos periodísticos, aproximadamente la mitad de las mujeres atacadas tenía entre 16 y 20 años; a la fecha suman más de mil víctimas de asesinato.

El problema es por demás evidente, a lo largo de veinte años queda claro que existe una sistematización de la violencia contras las mujeres, por las características de las víctimas, por los lugares donde han sido encontradas, y también por el ocultamiento de la información y la impunidad en los casos.

Pero también lo que no se ve es igual o más doloroso, lo que no es conocido por muchos es que hasta la fecha la situación no ha cambiado del todo y no ha sido resuelta por las autoridades, que en la transición de poderes, parece que han buscado deslindarse de cualquier responsabilidad.

Porque los familiares de las víctimas han tenido que luchar y soportar una situación que deja claro el poco compromiso e interés de las autoridades por resolver el problema, y por muy triste que parezca, la insensibilidad y apatía por un sector de la sociedad civil también es considerable.

Contrario a lo que las autoridades y algunos medios de comunicación quieren proyectar, la desaparición y asesinatos de mujeres sigue estando presente, quizá hayan cambiado las formas pero sigue siendo violencia,  que incluso ha traspasado la ciudad y se ha extendido, tan solo en lo que va del 2013 ya se reportan más de 20 casos en el estado de Chihuahua, y en otros estados del país como México, Baja California y Guerrero, se empiezan a detectar casos.  

Además del dolor, lo que reflejan lugares como: El Campo Algodonero, Lote Bravo y Lomas de Poleo (donde se han encontrado cuerpos de mujeres torturadas y asesinadas), son veinte años donde la impunidad ha reinado y se ha burlado de todos; presentando supuestos responsables, culpando a las mismas mujeres de la violencia ejercida en su contra, minimizando el problema a la violencia doméstica, e incluso entregando cuerpos de otras víctimas para quitarse de encima los reclamos de las familias.

También son reflejo de las acciones ineficientes y la indiferencia de las autoridades, ya que ni la alternancia en el poder ha brindado soluciones, y lo más preocupante es la aparente perpetuación de la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez.  

Termino con una pregunta: ¿En  realidad creemos que los feminicidios han desaparecido o disminuido? Más allá de que se sigan presentando y se empeñen en no magnificarlos, lo que también debe indignarnos es la omisión y la impunidad en los casos anteriores, porque esos casos no se han cerrado, porque se trata de seres humanos, jóvenes, a las que “alguien” decidió arrebatarle sus sueños y que algunos otros han decidido que no es tema prioritario; aun y si fuera un solo caso, una sola joven, la búsqueda y exigencia nos pertenece a todos: “¡Vivas se las llevaron, vivas las queremos!”.
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lunes, 6 de mayo de 2013

Aprendiendo (Fragmento)



Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia 
entre sostener una mano y encadenar un alma...

Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas,
y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos,
y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, 
porque el terreno del mañana es demasiado inseguro para planes...
y los futuros tienen su forma de caerse por la mitad.

Y después de un tiempo uno aprende que, si es demasiado, 
hasta el calor del sol puede quemar.

- Jorge Luis Borges