lunes, 12 de agosto de 2013

La reducción de los sueños: Los rechazados de la esperanza

Hace tiempo estudiar en México era un lujo para muchos, un lujo en el que padres de familia invertían esfuerzo, tiempo y dinero, con la única intención de que sus hijos pudieran tener las herramientas para ser “alguien” en el futuro, una persona de bien y con oportunidades para conseguir un buen empleo.
 Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz 
Hace tiempo estudiar en México era un lujo para muchos, un lujo en el que padres de familia invertían esfuerzo, tiempo y dinero, con la única intención de que sus hijos pudieran tener las herramientas para ser “alguien” en el futuro, una persona de bien y con oportunidades para conseguir un buen empleo.
Aunque si bien es cierto que no todos pudieron tener las mismas oportunidades, los sueños de muchos de nuestros padres era tener una familia, un vehículo y una casa; eso sería reflejo y fruto de estudio y trabajo. Hoy, para las nuevas generaciones las cosas han cambiado, el lujo de estudiar parece inalcanzable para muchos y los sueños se han reducido a sobrevivir.
México se enfrenta a dos situaciones que ponen en evidencia el abandono en el que se encuentran miles de jóvenes, y aunque diversos sectores de la población se empeñan en negarlo, un gran porcentaje de ellos vive en condiciones alarmantes. Por un lado, los miles de rechazados del sistema educativo; por el otro, aquellos que al terminar una carrera profesional no encuentran espacio en el mercado laboral. Los dos frentes están llenos de desesperanza.
Alguien movió el horizonte de lugar, ése del que nos hablaron por tanto tiempo nuestros mayores: “Tienes que estudiar para ser alguien en la vida”, “Solo estudiando podrás conseguir un buen empleo” y “Estudiar es el único camino”, son frases que a muchos jóvenes mexicanos les suenan vacías y a la vez imposibles. El panorama luce difícil, porque no sólo se trata de ingresar al sistema educativo, el otro problema al que se están enfrentando es cómo costear una carrera (Libros, útiles, transporte, etc.).
“Tienes que estudiar para ser alguien en la vida”, “Solo estudiando podrás conseguir un buen empleo” y “Estudiar es el único camino”, son frases que a muchos jóvenes mexicanos les suenan vacías y a la vez imposibles.
Ante este panorama de los jóvenes, una palabra que se puso de moda por sociólogos, políticos, académicos y periodistas, fue: inclusión. La inclusión social la podemos definir como la integración de todos los miembros de la sociedad, más allá de su raza, origen, edad, creencias, nivel económico, condición social y sus actividades. En lo que respecta a los jóvenes, se ha hablado mucho de la importancia de crear espacios incluyentes, sobre todo en educación y empleo.
El problema, es que cada año a nivel nacional se rechazan a miles de aspirantes de universidades públicas, los rechazados no cuentan con los recursos necesarios para pagar las altas cuotas que piden las universidades privadas, ante esta situación, muchos jóvenes han desistido del estudio, buscando un empleo sin importar la actividad o sueldo; mientras que otros, han esperado e intentado acceder a la universidad en otro momento.
En algunos estados del país, el gobierno ha duplicado esfuerzos para que ningún joven se quede sin estudiar, además de promover la creación de fuentes de empleos dirigidas especialmente para ellos. El problema viene cuando al salir de la universidad, ya como profesionistas, sólo encuentran empleos que fueron pensados para aquellos que no lograron ingresar al aparato escolar, es decir, hemos confundido la inclusión, la hemos forzado. Ni en la educación, ni en el trabajo, hay oportunidades para todos.
Respecto al empleo la situación no viene nada bien, al contrario, estudiar ya no es garantía de conseguir un buen puesto o trabajo, o al menos, un sueldo digno y que alcance a cubrir las necesidades básicas. Escucho a mucha gente decir: “Hay empleos, es cuestión de buscar”, puedo estar de acuerdo, hay empleos, pero en qué condiciones se trabaja, cuáles son las prestaciones y servicios que se obtienen por trabajar.

Los empleos que se ofrecen a los jóvenes por lo regular son en condiciones indignantes y precarias, algunos con jornadas largas y con el sueldo mínimo, otros con pocas horas de trabajo y por consecuente menos paga. Los motivos son muchos, pero los que más sobresalen es, la falta de experiencia de los jóvenes y en algunos de los casos, el sólo hecho de ser joven condiciona la posibilidad de adquirir un empleo.


Ante la necesidad que los jóvenes tienen para conseguir un empleo y poder llevar el sustento a su casa, muchas empresas han aprovechado la encrucijada en la que éstos se encuentran, ofreciendo poco y exigiendo mucho. Otra de las realidades, y que ha quedado plasmada en los últimos años, es que la falta de oportunidades para los jóvenes los ha empujado a los brazos del narcotráfico, como sicarios y vendedores de droga.En el Reporte sobre la discriminación en México 2012 - Trabajo, realizado por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), resalta que los adultos mayores y los jóvenes son los que sufren de mayor exclusión en lo laboral; además de ser los grupos de edad que más carecen de prestaciones laborales.

Aunque de alguna manera el mal ya está hecho, México necesita replantear y pensar en sus jóvenes, no sólo porque representan un gran porcentaje de la población (entre 15 y 29 años) 26%, sino porque en medida de que las condiciones de vida, educación, trabajo, salud y desarrollo, mejoren para ellos, será garantía de que hay camino, un espacio para todos; de lo contrario, seremos testigos de la conformación de una generación sin esperanzas

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