viernes, 31 de enero de 2014

Indocumentados: Los huérfanos de México.


No es un secreto, todo el mundo sabe que un gran número de mexicanos vive en Estados Unidos, y que muchos de ellos lo hacen de manera ilegal. Millones de familias se encuentran divididas por el llamado “sueño americano”, mientras unos se van a buscar mejor suerte, otros se quedan a la espera de un regreso que posiblemente no llegará.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
El caso de Edgar Tamayo, el mexicano acusado de homicidio y ejecutado en Estados Unidos hace algunos días, generó gran controversia y sacudió a la sociedad. Los medios brindaron una amplia cobertura, y algunos políticos y líderes sociales hicieron pública su indignación, pero fue demasiado tarde.
La historia de Tamayo deja entrever una herida que lejos de sanar y encontrar remedio, se agrava y profundiza más, es la realidad en la que viven muchos mexicanos, que ante las pocas o nulas oportunidades de desarrollo económico, decidieron ir en busca del “sueño americano”.
Desde hace muchos años, México se ha venido convirtiendo en un país que exilia a sus ciudadanos, y desgraciadamente, la sociedad parece haberse acostumbrado a ello. Hoy en día, ya no se trata sólo de aquellos que se han ido con la intención de conseguir un mejor empleo. Ahora, también hablamos de los miles de desplazados, que a consecuencia de la violencia y la inseguridad que se vive en la mayoría de los estados, han tenido que buscar refugio en el vecino país.
Los números, aunque parezcan fríos, permiten tener una ventana de lo que representa este fenómeno social. Según las estadísticas, en Estados Unidos viven aproximadamente 12 millones de personas en calidad de indocumentados, y la mayoría de ellos son provenientes de México.
Es una realidad que la sociedad migrante cada vez enfrenta ambientes y problemas más complejos y hostiles, principalmente en materia de derechos humanos. En el caso de los mexicanos que radican como ilegales en Estados Unidos, viven bajo el peligro inminente de ser deportados, situación que representaría separarlos de sus familias y dejarlos a su suerte.
Los casos no son menos, basta con asomarse a lo que publican los medios latinos y los mismos testimonios de los indocumentados, para darse cuenta que las cosas no han mejorado, al contrario, prevalece el abuso, la discriminación, la desigualdad y en muchos casos la violencia hacia los migrantes.
Hay con frecuencia un serio enjuiciamiento hacia el gobierno de los Estados Unidos por la situación que viven los indocumentados, y aunque definitivamente existe responsabilidad, creo que también tendríamos que pensar en lo que en México (no) estamos haciendo para que cada año, miles y miles decidan irse convencidos de no regresar.
Los mexicanos que se fueron no lo hicieron por gusto, y aunque los motivos puedan parecer muchos, la realidad, es que todo se centra en la falta de oportunidades, la desigualdad y la marcada pobreza que  encuentran en sus lugares de origen.
Convencidos de que conseguirán un ingreso económico mayor que en México, se van a sabiendas de que difícilmente van a regresar, pero tristemente, también lo hacen totalmente convencidos de que aquí, en México, no caben más.
Para muchos de ellos, lo ilegal se ha convertido en lo cotidiano, acostumbrados a utilizar documentos falsos para poderse mover con relativa tranquilidad, desde licencias de manejo hasta pasaportes, construyendo una nueva identidad en la que está totalmente prohibido decirse o parecer mexicano.
Aunque pudiera parecer que los que viven en esas circunstancias llevan una vida normal y serena, es un hecho que la ilegalidad y clandestinidad fracturan la libertad. A esto hay que añadir que al dejar su lugar de origen e imposibilitados para volver, el lazo familiar termina por verse seriamente quebrantado.
El flujo constante de mexicanos pretendiendo entrar a Estados Unidos, que incluso para hacerlo ponen en riesgo su vida, al intentar cruzar el río o enfrentar las inclemencias del desierto, pone de manifiesto que México no es patria para todos sus hijos
Desgraciadamente, también como sociedad, nos hemos acostumbrado a que algunos se tienen que ir, haciéndonos a la idea de que no todos cabemos en este país. Y así, le abrimos la puerta trasera a millones de generaciones que no encontraron su lugar aquí y se fueron sin tener boleto de regreso.
El precio del “sueño americano”, se paga con la libertad, la familia y en muchas ocasiones hasta con la vida. Al perseguir ese sueño, la culpa no es sólo de los que se van; de las tragedias al cruzar la frontera y de los huérfanos de la patria, todos tenemos cierta responsabilidad.

viernes, 24 de enero de 2014

Suicidio: El reclamo a la violencia en la desesperanza

Aunque el suicidio ha existido desde hace mucho tiempo, su incremento en los últimos años es una muestra de la crisis social y violencia que venimos padeciendo en México.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
No se trata de hechos aislados y/o circunstanciales, representan un reclamo, la frustración de los sueños y la ausencia de la esperanza.
En México, el suicidio no solo se trata de un problema de salud pública, también es la combinación de otros factores, a los cuales se les ha prestado poca atención, pero que se han convertido en determinantes para las personas que han optado por quitarse la vida como salida de emergencia.
Recientemente, sucesos de este fenómeno social, se han hecho más visibles que hace algunos años. Muchas de las personas que se suicidaron se han despedido o anunciado su muerte utilizando las redes sociales, pero el problema tiene historia,  no por nada, el suicidio  representa una de las primeras causas de muerte entre los jóvenes de entre 15 y 19 años.
Hace algunos días, la Secretaría de Salud dio a conocer que el suicidio ha crecido en un 300 por ciento en las últimas tres décadas, con un promedio de cuatro casos por cada 100 mil habitantes.
Según el informe, el sector de la población más expuesto es el de los jóvenes. El suicidio  en el grupo de 14 a 19 años representa el 10.64% en hombres y 18.11%. En las edades comprendidas entre los 20 y 24 años, el 15.40% son hombres y el 17.34% mujeres y  finalmente, en el grupo de 25 a 29, los hombres representan el 13.73%, y las mujeres el 12.16%.
En México, la Secretaría de Salud estima que anualmente se registran 14 mil intentos.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la media de personas que diariamente acaba con su vida es de aproximadamente 3 mil personas, por cada una de ellas que lo logra hay 20 más intentándolo. 
Expertos afirman que cuando las personas logran suicidarse ya han pasado por algunos intentos previos, pero también es importante destacar, que difícilmente se trata de una decisión repentina. En muchos de los casos se trata de una cadena de eventos que provoca el deseo de morir, en ello, va una fuerte carga del contexto en el que viven y se desenvuelven, la realidad es determinante.
Aunque muchos señalan que los principales motivos o causas que llevan al suicidio son: la depresión, la soledad, algún problema familiar o con la pareja, la presión social, la drogadicción y el alcoholismo,  el ambiente social también se ha convertido en un elemento determinante que provoca tomar una decisión de esa magnitud.
Ese contexto social se engloba en la desesperanza, es decir, en la pérdida del sentido de la vida, donde van implícitos factores como el desempleo, la pobreza, la injusticia, la falta de oportunidades y la violencia, situaciones que a la larga han generado un ambiente asfixiante y sumamente desalentador. 
Desde principios de este siglo, México enfrenta un fuerte crecimiento en índices de inseguridad y violencia, éstos se han prolongado y agudizado en los últimos seis años. Los homicidios violentos se han convertido prácticamente en cosa de todos los días. 
Sumado a los homicidios a causa de la inseguridad, también se han incrementado otras formas de ejercer y padecer la violencia que han crecido a la sombra de la inseguridad y la impunidad. Por ejemplo: La violencia doméstica, los asaltos, la extorsión y las violaciones sexuales.
Es innegable que la violencia ha sacudido al país, generando un clima donde predomina el miedo y se traza una corta expectativa de vida. La violencia trastocó las formas de socializar y convivir, nos ha hecho profundamente individualistas, temerosos del otro y solitarios.
Ciertamente la tristeza, la depresión y la frustración pueden ser elementos claves para hablar del suicidio, pero la época reciente, en donde el incremento de la violencia social ha ido a la par de las personas que se han quitado vida, es un foco rojo al cual se debe prestar mayor atención.
El suicidio no se trata de un hecho totalmente individualista, al menos no si lo vemos desde sus causas. También es reflejo de que como sociedad algo estamos haciendo mal, es una proyección de nosotros mismos que lleva un reclamo en contra de la violencia que todos padecemos.
Aunque la construcción suicida es sumamente compleja, ante la realidad que vivimos es importante considerar que, la violencia, la inseguridad, la injusticia, la pobreza y la impunidad son factores que engendran la desesperanza, y justo ahí y en el terreno de lo incierto, hay una puerta llamada: suicidio.
Lo planteo en otra dimensión, dada la situación que vive el país, si México fuera un individuo estaría al borde del suicidio.

viernes, 17 de enero de 2014

Oportunidad perdida: Los costos sociales de la deserción escolar

Además de las repercusiones académicas y económicas como resultado de la deserción escolar, hay otras causas y consecuencias de índole social que representan una tragedia anticipada, no sólo en lo particular, también es un golpe para el desarrollo económico y social de México.
De manera reciente la Secretaría de Educación Pública, dio a conocer que, un millón 47 mil 718 niños y jóvenes dejaron de asistir a la escuela en el último periodo escolar. Lo que según la misma instancia, representa un costo de más de 34 mil millones de pesos.
Además de dejar en evidencia que la educación es una de las áreas con más carencias y necesidades, y el fuerte golpe económico que dicha situación representa, un punto medular a considerar sobre la deserción escolar son las consecuencias sociales que trae consigo el hecho de no seguir estudiando.
No se descubre el vapor cuando decimos que uno de los problemas que más afecta el desarrollo del país es precisamente la educación. Aunque se trata de un derecho para todos los mexicanos, desgraciadamente no todos tienen la oportunidad de asistir a la escuela.
Diferentes organismos, instituciones y académicos, han hecho ver que un gran porcentaje de niños que inician la educación básica no logran concluir una carrera profesional, e incluso ni el bachillerato, donde por cierto, se encuentra focalizado el mayor porcentaje de abandono escolar.
Al interrumpir sus estudios, miles de niños y jóvenes condenan su futuro. Si consideramos que las oportunidades para aquellos que logran concluir una carrera profesional son reducidas, aquellos que no pudieron terminar ni siquiera la primaria, están en plena desventaja.
Si bien es cierto que, el estudiar no garantiza conseguir un buen empleo, y que el hecho de no estudiar forzosamente lleve al fracaso, el abandono escolar tiene fuertes implicaciones y costos sociales. No sólo me refiero al impacto a niños o jóvenes, que aunque en definitiva son los más afectados, la sociedad en general paga un enorme precio por eso.
Apenas el año pasado se concretó la cuestionada Reforma Educativa, y aunque seguramente tendrán que pasar algunos años para empezar a ver resultados (buenos o malos), básicamente tiene como objetivo mejorar la calidad de la educación, particularmente desde el salón de clases.
Pero es aquí donde tenemos que hacer un alto, no todos los niños o jóvenes que dejan la escuela lo hacen por cuestiones académicas, es decir, no sólo se trata de que no puedan o no tengan las capacidades para aprender, o que el maestro no enseñe de la forma adecuada.
Cada espacio vacío en un salón de clases representa los otros rostros del México en rezago. Se convierten en sinónimo de pobreza, violencia y desigualdad. Todo ello se resume en oportunidades perdidas. Oportunidades que otros han sabido cómo utilizar.
Basta con hacer un recuento de los niños y jóvenes que se han convertido en victimas y/o victimarios de la violencia para saber quiénes son los que han aprovechado estas oportunidades perdidas. Desde el inicio de la llamada guerra contra el narcotráfico, se incrementaron los hechos en que menores de edad tenían relación con alguna organización criminal, ya sea como vendedores de droga, “halcones”, e incluso como sicarios.
Con frecuencia e insistencia, los medios de comunicación han condenado esta situación. Repiten reiteradamente que cada vez son más jóvenes aquellos que se dedican a delinquir, robar, asaltar o extorsionar; pero, ¿por qué no pensar que son precisamente esos mismos jóvenes que de niños no pudieron continuar con sus estudios? La diferencia es que eso no causó indignación, y por lo tanto, tampoco fue noticia.
México pasa por una crisis en materia de seguridad que se incrementa agónicamente, lo más delicado es que la solución parece todavía muy lejana. Por eso ante un panorama así, es necesario que se inviertan mayores esfuerzos en la prevención y la contención de males que terminan siendo estructurales.
Una de las salidas es la educación, aunque es cierto que se necesita una fuerte inversión en la capacitación y actualización de los maestros, además del mejoramiento en infraestructura de las escuelas, no se puede dejar de lado los factores que hacen (im) posible que un niño asista a la escuela.
No hay en el mundo un país que haya visto el desarrollo sin invertir en la educación de sus niños y jóvenes. El que ellos asistan o no a la escuela, queda más allá de un tema de responsabilidad familiar, en ello, seguramente va implícita la pobreza y la precariedad, padres que tienen la necesidad de enviar a sus hijos a trabajar, y que ante la escasez y muchas veces el hambre, los convierten en presas fáciles del olvido.
Es vital para México que los niños tengan en sus manos más libros y acceso al conocimiento, que esas sean sus armas para la vida, el mundo que les dejaremos seguramente será más complejo que el de hoy, y en definitiva, es mejor tener un salón de clases lleno, que una oportunidad cedida al crimen sin ninguna resistencia. 

viernes, 10 de enero de 2014

Brecha Digital: La otra exclusión

En los últimos años, el desarrollo de las Tecnologías de la Información ha crecido considerablemente. Si bien el acceso a las mismas se ha incrementado, también han provocado una marcada separación entre quienes tienen la oportunidad y capacidad para utilizarlas, y aquellos que no.
La llamada Brecha Digital, como se le ha denominado este fenómeno, puede ser vista desde diversos ángulos, aunque el resultado viaja siempre hacia la misma dirección: La exclusión y la discriminación. 
El mismo concepto nos obliga a mirar y reflexionar que esta separación empieza a ser más marcada y determinante que la provocada por el analfabetismo tradicional. Los que no están “conectados” sufren las consecuencias y la marginación del determinismo tecnológico.
Pasaron muchas décadas antes de que México pudiera tener una cobertura relativamente aceptable en cuanto a personas capaces de leer y escribir. Pero cuando 
llegó, se encontró con que la comunicación había dado un brinco más allá de lo escrito y se encontraba instalada en la era de la Tecnología y la Información, donde leer y escribir no siempre son suficientes.
Para algunos, el fenómeno de la brecha digital sólo se da en las regiones del país con menos desarrollo o en las zonas rurales, pero no es así. La situación es aún más complicada de lo que parece a simple vista, estamos tocando la puerta que abre paso hacia una nueva forma de exclusión social.
Cuando hablamos de exclusión social nos referimos a los individuos que viven en serias y marcadas desventajas ante el contexto actual, es decir, en situaciones de pobreza extrema, marginación, carencia de servicios básicos y falta de oportunidades.
Esta situación ha provocado que nos encontremos ante una nueva y desafiante realidad, el “Analfabetismo Digital”, individuos que simplemente no tienen relación, acceso y/o vínculo con las tecnologías.
Y es que, aquellos que no tienen contacto con la tecnología no lo han hecho sólo por cuestiones económicas, hay otros más que no tienen los conocimientos que se requieren, mientras tanto, quienes viven en zonas de difícil acceso, hacerlo resulta prácticamente imposible.
Contrario a lo que muchos pudieran pensar, la principal causa para que se dé la brecha digital no sólo es la tecnología y sus usos, también son determinantes la pobreza, el rezago educativo, la carencia en infraestructura y la limitante de la cobertura en todo el país.
Para el 2013, se dio a conocer que en México, 49.4 millones de personas son usuarias de una computadora y 46 millones usan Internet, esto según la Encuesta en Hogares sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información.
Según el INEGI, hay 11.1 millones de hogares que cuentan con computadora, lo que equivale a más del 36% del total; es decir, el 64% no dispone de un ordenador.
En cuanto a la conectividad, son más de 9 millones los hogares que tienen conexión a Internet, lo que corresponde al 30.7% del total del país, lo cual indica que casi el 70% no tiene acceso a la red desde su casa.
Sin embargo, aunque se ha registrado un crecimiento importante en cuanto a niveles de uso, aún hay mucho por hacer. No sólo por aquellos que no tienen acceso a una computadora o a Internet, también es importante lograr que la tecnología tenga un mayor impacto social y productivo. 
Aunque se pudiera pensar que aquellos que tienen mayores oportunidades tecnológicas (cuentan con computadora, servicio de Internet y conocimientos informáticos) tienen más posibilidades de desarrollo, educativo o laboral, no es así. Dicho escenario pone en evidencia la arriesgada situación en la que se encuentran los “Analfabetas Digitales”.
Desde hace más de una década, en México se han implementado diversos programas para reducir la brecha digital, tanto por el gobierno, como por la misma sociedad civil y el sector privado, pero no han sido suficientes para disminuir el rezago existente.
Entre los proyectos planteados, el más reciente es el del Presidente Enrique Peña Nieto, denominado: Estrategia Digital Nacional (EDN), que tiene como finalidad ofrecer mayor transparencia y simplificar trámites, además de mejorar cuestiones relacionadas con salud, educación, seguridad y economía.
Para la reducción de la brecha digital, es importante que se afronte de manera integral y no sólo se quede en una lista de buenas intenciones. Por eso las líneas de acción que se emprenderán a través de la EDN, deben ir más allá de la instalación y dotación de infraestructura, tal como se ha hecho en planes pasados.
No quiere decir que ofrecer computadoras a niños de educación básica sea un gasto inútil, siempre y cuando se haga con el pleno conocimiento de que el problema tiene más fondo. La herramienta tecnológica no garantiza el conocimiento por sí sola.
Otra de las cuestiones fundamentales para reducir la brecha en México, es el acceso y la penetración de Internet; además de que es importante que muchos puedan hacer uso de la red, es necesario que su acceso sea viable para la economía de las mayorías, y que éste sea en las mejores condiciones posibles.
México tiene enfrente un desafío que al ritmo del modelo social vigente, resulta impostergable y en el cual, no sólo se trata de invertir millones de pesos en equipo. Si los planes para reducir la brecha no contemplan a los más vulnerables, la tecnología no será una puerta al desarrollo, sólo se convertirá en una nueva forma de excluir, de dividir y de apagar… 

Offline.

viernes, 3 de enero de 2014

Veinte años del TLCAN: Juventud en el olvido

Sin duda, los jóvenes mexicanos se han convertido en el sector más golpeado por el desempleo y la falta de oportunidades. Los índices de desocupación se han incrementado considerablemente en los últimos años, factores como la inexperiencia e incluso encontrarse sobrecalificados para algún puesto, han dejado a muchos jóvenes a la deriva y en el terreno de lo incierto.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Cada inicio de año trae consigo nuevos retos, ilusiones y esperanzas. Es el momento donde se trazan las expectativas y las metas que habrán de cumplirse durante los siguientes 365 días. También es el momento donde muchos deciden iniciar o continuar en la búsqueda de algún empleo, a sabiendas de que el camino para conseguirlo seguramente será escabroso y complicado, y que como ellos, habrá miles intentando lo mismo.
También, este inicio de año se cumple el vigésimo aniversario de haber dado inicio el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un tratado que se trazó con miras muy altas, pero que al pasar de los años, se ha convertido en una enorme decepción para la gran mayoría de los mexicanos.
Y es que lejos de promover el tan ansiado desarrollo, el TLCAN, ha traído más retrocesos que avances significativos, tanto para el país como para la sociedad en general. Simplemente México no avanzó, o no lo hizo al ritmo de los otros integrantes del tratado.
Dicho tratado ha quedado muy lejos de cumplir con las promesas establecidas. Ni el comercio, ni las inversiones extranjeras, ni mucho menos las industria nacional (que terminó siendo de las más afectadas) fueron capaces de ofrecer mejores empleos a los mexicanos.
Después de 20 años, no hay mejores salarios, el desempleo creció alarmantemente, y la migración de mexicanos hacia los Estados Unido siguió sin disminuir como llegó a pensarse.
Cuando el TLCAN se firmó, estaban naciendo los jóvenes que hoy están a medio camino de una carrera profesional, mientras que otros más veían a través de sus padres un camino que prometía mayores oportunidades, pero no fue así.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el mundo hay aproximadamente 200 millones de desempleados, y de éstos, más de 70 millones son jóvenes, casi la mitad.
En México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informa que los jóvenes representan las tasas de desocupación más altas, 9.2%, lo que equivale a 975.177 desempleados.
Y si los datos son duros, la realidad es aún más desalentadora. Aunque hay un sector que cuenta con buenas condiciones laborales, no se compara con aquellos que simplemente no consiguen trabajo o que lo hacen desde la informalidad, es decir, donde la precariedad y las malas condiciones son las principales características del empleo.
A comparación de hace 20 años, quizá los jóvenes tengan mayor acceso a la educación, pero hay menos empleos; tienen más acceso a fuentes de información y conocimiento, pero eso no ha sido suficiente para que logren empoderarse y eso se vea reflejado en mejores condiciones laborales.
Una historia que muestra lo complicado que puede resultar adquirir un buen trabajo es la de Carmen, una joven talentosa con una destacada carrera universitaria. 
Hace algunos años, Carmen renunció a su empleo en una compañía de telefonía celular. Aunque era bien remunerado, la presión excesiva por parte de la empresa por incrementar sus ventas, cosa que no estaba establecida en el perfil de su contrato, terminó por afectar su salud.
Fue ahí donde decidió hacer un alto, darle prioridad a la salud, cerrar ese ciclo y “jugársela”. Según el mismo testimonio de Carmen, desde ese día, conseguir un empleo en buenas condiciones se ha convertido en un “calvario”.
Carmen ha pasado ya por varias entrevistas, también ha enviado su currículo a diferentes empresas y compañías de diversas ramas, y nada. Las respuestas parecen ser las mismas, desde aquellos que no la contratan porque su sueldo anterior era alto en comparación con  lo que ellos pueden ofrecerle, otros la consideran sobre calificada y también están los que no la contratan porque carece de experiencia.
“Desde hace dos años me ha tocado ser parte de la triste realidad en México. Escasez de empleo, los pocos que hay son además muy mal remunerados; falta de prestaciones, ya que la gran mayoría de los contratos son eventuales, de tres en tres meses para que no generes antigüedad. A fin de cuentas el afectado, sin importar la perspectiva, es el empleado”.
Aunque el Plan Nacional de Desarrollo asegura que México está experimentando la mejor etapa de su historia en cuanto a la disponibilidad de la fuerza laboral, no es algo que se ve reflejado en lo cotidiano. 
Según el Plan:
“México es un país joven, alrededor de la mitad de la población se encontrará en edad de trabajar durante los próximos 20 años. Este bono demográfico constituye una oportunidad única de desarrollo para el país. La inversión en capital, por su lado, se encuentra en niveles comparables al de economías que han tenido un crecimiento económico elevado en años recientes (24% del PIB)”.
Ciertamente en los jóvenes está la mayor concentración demográfica de México. De 118 millones de mexicanos, más de 30 tienen entre 15 y 29 años. Pero desgraciadamente, de los jóvenes que trabajan, el 61.1% se encuentra en actividades informales, mientras el 38.9% está en puestos formales.
Como Carmen, los jóvenes mexicanos demandan y necesitan oportunidades reales de desarrollo, primordialmente en educación y empleo. Es importante dejar a un lado el pensamiento equívoco de que el desempleo impacta sólo aquellos que no han concluido sus estudios, de hecho, los principales afectados son los que han terminado una carrera profesional.
Si en verdad México quiere abrir las puertas al desarrollo, necesita voltear con urgencia y conceder prioridad a sus jóvenes. Si los veinte años del TLCAN nos sirvieron de muy poco, México no se puede permitir el lujo de seguir exiliando a miles de mexicanos que sienten que no caben en su país, y mucho menos, perder otros veinte años.
Mejores empleos, propósito de año nuevo desde hace veinte años.

miércoles, 1 de enero de 2014

Juárez: La Ciudad que venció al desierto

Cuando uno escucha hablar de Ciudad Juárez, inmediatamente vienen a la mente imágenes cargadas de mucho dolor y sufrimiento, un sinnúmero de historias que pasan de lo increíble a lo real en un momento. Pero, ¿Qué hay detrás de esta enigmática ciudad que a pesar de la desgracia, prevalece y se mantiene de pie?
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
En cualquier buscador de Internet en el que se escribe: Ciudad Juárez, los resultados que se obtienen regularmente son noticias poco agradables, desalentadoras e impactantes. Y no es para menos, Juárez ha sido una ciudad históricamente castigada por la injusticia y la violencia, pero en el desierto mexicano que divide Norteamérica de América Latina no todo es desgracia. 
Juárez siempre ha sido una ciudad pujante, comenzó su historia como una misión, llamada la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte, y fue fundada por Fray García de San Francisco, el 8 de diciembre de 1659.
En 1683 se le cambió el nombre y se le llamó Presidio Paso del Norte. Fue en 1826, cuando el primer Congreso Constituyente del Estado de Chihuahua decretó que fuera elevada al rango de Villa, llamándola Paso del Norte. Y hasta el 24 de julio de 1888, el mismo congreso le cambió el nombre al de Ciudad Juárez en homenaje a Benito Juárez García.
De aquellos inicios como misión han pasado ya 354 años. Al paso del tiempo, Juárez ha crecido considerablemente, extendiéndose principalmente hacia el sur y sureste del territorio. La dinámica de la Ciudad permitió que muy pronto se construyeran miles de casas habitación, carreteras, calles, supermercados y centros comerciales, negocios, talleres, parques industriales y plantas maquiladoras.
Al consolidarse como una Ciudad, Juárez trazó su historia como uno de los polos de atracción más grandes en el país; su situación fronteriza le ha permitido, a través de su historia, generar miles de empleos, principalmente en la industria maquiladora y además, la oportunidad de “cruzar” a los Estados Unidos para buscar mejores oportunidades de desarrollo económico y profesional.
A finales de la década de los sesenta, la ciudad se encontró con lo que al paso del tiempo se convertiría en su principal motor de desarrollo, la maquiladora. El proyecto de la Industria Maquiladora de Exportación en México que tenía como objetivo ofrecer una fuente de empleo que elevara la calidad de vida de los fronterizos y evitar que éstos emigraran hacia el vecino país, se quedó en Juárez de manera permanente.
Es prácticamente imposible entender la vida de esta ciudad sin considerar a la maquiladora, y aunque para muchos es motivo de cuestionamientos, Juárez se ha forjado y construido teniéndola  como cimiento. Esto ha permitido tener un crecimiento relativamente estable y fuentes constantes de empleo, además de brindarle la oportunidad de tener una mejor calidad de vida, a personas de estados como Veracruz, Durango, Zacatecas y Coahuila,.
Hablo de la maquiladora porque creo que es ahí donde se ha proyectado uno de los mejores rostros de Juárez, una ciudad que siempre recibe con los brazos abiertos. Desde hace mucho tiempo dejó de ser una estación de paso y se convirtió en una casa para muchos: quienes llegaban con la intención de emigrar hacia los Estados Unidos o venían de forma temporal, terminaron por quedarse y construir su futuro.
Cuando digo que Juárez es una ciudad que abre sus brazos, no me refiero únicamente a la oportunidad de empleo, también lo digo porque históricamente ha sido así. En 1865, durante la Intervención Francesa, fue capital del país cuando Benito Juárez era presidente, el mismo que optó por esta urbe como refugio.
Años más tarde, fue sede de la primera entrevista en México entre un presidente de los Estados Unidos y México, cuando William Howard Taft y Porfirio Díaz se reunieron.
Pero el destino se ha encargado de hacer ver la valía y el temple de esta ciudad. De manera reciente, Juárez ha sido una de las regiones más afectadas por la crisis de inseguridad y violencia que ha azotado a México en los últimos años.
Durante la llamada “Guerra contra el Narcotráfico”, se fueron inversionistas, familias y negocios; además, los medios de comunicación optaron por invertir todos sus recursos informativos en dejar ver el lado más obscuro de Juárez.
Aunque ciertamente sigue padeciendo la violencia, Juárez ha mantenido viva la esperanza de volver a ser una región de paz y prosperidad. Quizá sea el momento de dejar de ver a esta ciudad como una víctima de la inseguridad, y se consideren las cosas buenas que se mantienen, surgen y prevalecen como una victoria social.
Juárez no ha llegado a su punto máximo, se confundió de camino pensando que el vertiginoso ritmo económico era sinónimo de prosperidad y desarrollo, y eso lo pagó muy caro.
Es aquí donde aparece el principal motor de Ciudad Juárez: su gente. Hoy, la sociedad ha entendido que no ha llegado, que para tener una mejor ciudad queda mucho camino por recorrer y construir.
En Juárez hay un enorme parque llamado: “El Chamizal”, es una gigante área verde llena de árboles justo en medio del desierto. Para mí, eso es Juárez. Una ciudad donde puede ocurrir lo imposible, donde a pesar de las circunstancias y adversidades, el árbol que se aferra a vivir y a crecer, lo hace.
Esta es Ciudad Juárez, una ciudad de retos, desafíos y oportunidades constantes. Una ciudad que es más que el narcotráfico y la inseguridad. Más que la ciudad que divide a la potencia mundial de México.
Aunque no se le reconozca, Juárez es la ciudad que venció al desierto. Y ésa, es su mejor victoria.