”Me he convencido de que aun cuando todo esta o parece perdido, es preciso reanudar tranquilamente el trabajo comenzado desde el principio. Me he convencido de que es preciso contar siempre con uno mismo y las propias fuerzas. Que es necesario ponerse hacer solo lo que se sabe y se puede hacer y seguir el propio camino”
En México, durante los últimos años, la violencia escolar se ha incrementado alarmantemente, uno de los principales motivos es que la agresión, en cualquiera de sus formas, se ha naturalizado y legitimado en la sociedad, hogares y medios masivos de comunicación.
Por Noé Alí Sánchez Navarro / Janette Rodríguez Silva
Aunque es un hecho que la violencia escolar o “bullying” ha existido desde hace mucho tiempo, de manera reciente se ha hecho más visible, dañina y cruel. Además, ahora cuenta con otro factor que la hace más impactante: la violencia social.
Precisamente, y a consecuencia de la inseguridad que se vive en las calles, se han implementado programas para evitar que los abusos traspasen los muros de los centros educativos, desde la instalación de videocámaras en el interior de las escuelas hasta la intensificación de programas de autoestima. Pero, ¿qué sucede cuando la violencia ya está adentro?
Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), se calcula que en México, cuatro de cada diez alumnos han sido víctimas de acoso o agresión por parte de algún compañero. Mientras, para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), nuestro país tiene el deshonroso primer lugar en casos de “bullying” en nivel secundaria.
Recientemente, se han presentado casos que dan cuenta de la crueldad y el tamaño del problema que tenemos frente a nosotros, ése que muchos insisten en minimizar y reducir al decir que es algo normal, que todos los niños deben pasar por eso porque forja el carácter y así se aprende a relacionarse con los demás.
Un suceso reciente es el de Angelina, una joven de 16 años de edad y de origen Mixteco, quien ha sido víctima de la violencia a manos de sus compañeros de la Escuela Secundaria Técnica Número 42, en Tepito, desde hace dos años y medio.
En un video grabado por los mismos atacantes, se muestra cómo golpean a la joven en el suelo, rematando la violencia con una patada en la cara. Angelina, con cicatrices en su rostro, declaró que en otras ocasiones ha sido encerrada en los baños y orinada por sus compañeros, también relata que sus maestros y personal de la Secundaria han sido testigos de los actos en su contra pero la han ignorado, al igual que las autoridades, a donde la adolescente acudió en compañía de su madre, que no habla español, y al tratar de denunciar las agresiones, nada ocurrió.
Otro desafortunado ejemplo es el de una niña de tan sólo seis años que fue violada en el baño del colegio particular “Las Torres” en Culiacán, Sinaloa, por un menor, mientras dos la sujetaban y otro más vigilaba la puerta. Los cuatro agresores, ya reconocidos por la víctima, son miembros de la institución educativa y tienen entre 10 y 11 años de edad, razón por la que el Presidente de la CEDH, Juan José Ríos Estavillo declaró que “no son sujetos a sanciones penales”.
Los varones no quedan excluidos de la violencia dentro de las escuelas. Ese es el caso de un niño de seis años de edad, miembro de la escuela primaria Miguel Hidalgo en Guadalajara, Jalisco, que fue obligado por tres compañeros de su hermana, de cuarto grado, a entrar a los baños de la institución. Estando dentro, uno de ellos le bajó los pantalones y la ropa interior, sujetó su prepucio y lo cortó con unas tijeras frente a la mirada de sus cómplices de 8 y 9 años.
Finalmente, y para darnos una idea del grado de violencia que han alcanzado a tocar aquellos que serán el “futuro del país”, está el caso de Antonio de Jesús López Monje, un niño de doce años de edad que debido a los golpes que le propinaron cinco alumnos de la misma escuela en que estudiaba, la Secundaria Galileo Galilei en Amozoc, Puebla, hace poco más de un mes, cayó en estado de coma luego de un derrame cerebral.
Los médicos tomaron la decisión de retirar una parte del cráneo a causa de la gran inflamación del cerebro de Antonio, quien hoy, no es capaz de reconocer ni a su propia familia, además de tener la mitad de su cuerpo paralizado y estar a la espera de una nueva intervención para determinar si recuperará la movilidad o tendrá secuelas de por vida.
Se escucha con frecuencia un serio enjuiciamiento hacia los maestros y directivos de las escuelas. De hecho, en algunos casos han sido apartados de sus cargos por este tipo de incidentes, pero el problema tiene más fondo: no toda la responsabilidad está en el aparato escolar.Es vital que como sociedad asumamos que las agresiones que estamos viendo en las escuelas, son reflejo de lo que está sucediendo en las calles, en la casa y en los medios de comunicación. No le podemos exigir a un niño que no actúe o reaccione de forma violenta, cuando todo lo que tiene a su alrededor está lleno de ella.
Hoy, los niños utilizan palabras y realizan acciones que escuchan y ven en torno a la violencia, y no hablo sólo de películas o caricaturas, sino también de los programas de televisión familiares y noticieros. Por eso, es común que desde temprana edad estén jugando a cosas relacionadas con delitos; asignándose roles como el de secuestrador, extorsionador y sicario.
Como sociedad hemos aceptado la violencia como método para la resolución de problemas, y después queremos que las próximas generaciones la rechacen y condenen…es el doble discurso que nos pone el pie sobre el cuello.
El problema es mayúsculo, así es que, si en el futuro queremos tener ciudadanos de bien, empecemos por ser congruentes y aceptando nuestra corresponsabilidad.
A pesar de las altas expectativas que generó el regreso del PRI al poder, en este primer año de gobierno el presidente Peña Nieto no ha podido dar solución a problemas que impactan directamente a la sociedad, no hay progreso económico, ni seguridad.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Peña Nieto empezó con dando golpes simbólicos y mediáticos muy fuertes pero que, con el paso del tiempo, se fueron diluyendo. Primero fue la firma del llamado “Pacto por México” con las principales fuerzas políticas del país, seguidamente lanzó “La Cruzada Nacional contra el Hambre”, que tuvo mucha aprobación; y, finalmente, la detención de la líder del magisterio, Elba Ester Gordillo, con mensaje presidencial en cadena nacional incluido.
La euforia del cambio se fue apagando. Quizás para muchos un año pueda representar poco tiempo para poder ver avances concretos en materia de seguridad y desarrollo económico, entre otros, pero el problema es que para la gente, en su bolsillo y en las calles, las cosas simplemente no mejoran.
Aunque el gobierno no quiera verlo, existe un desánimo social muy agudo que cada día se agrava más. Ya no se trata sólo de aquellos que no simpatizan con el Presidente o con su partido, sino que tiene relación con los asesinatos que siguen produciéndose, las extorsiones y secuestros que no censan y el precio de los servicios que incrementan al pasar de los días.
Segundo año
Enrique Peña Nieto iniciará su segundo año como presidente sin las expectativas generadas por lo incierto. Ahora, parece imposible esconder la realidad detrás de una encuesta o de una campaña publicitaria.
Altas expectativas para unos, pero para otros sumamente cuestionado por una gran parte de la sociedad. Así inició el gobierno de Peña Nieto su andadura aunque, bien es cierto que tomó un país devastado, sin rumbo, en una profunda crisis social y económica y con una ciudadanía paralizada por el miedo a causa de tanta violencia y muerte.
A pesar de esta realidad, el Presidente cambió los rumbos, se dejó de hablar de muertos, violencia y narcotráfico y se invirtieron todas las baterías en las cinco reformas por las que apostó para “transformar a México”.
El rumbo reformista por el que se ha apostado en el primer año de gobierno ha generado un gran rechazo social. Desde el mismo 1 de diciembre de 2012, se vislumbraba este panorama. Ese día quedó claro, no sólo el rechazo social, sino también la postura que el gobierno adoptaría ante las manifestaciones.
El 2013 ha sido un año de lucha incesante desde las calles, bajo el nombre que sea. Inconformes, quejosos o anarquistas, cada protesta ha sido reflejo de que estamos ante un gobierno que escucha poco, simula el diálogo y le apuesta a la fuerza pública como primera opción.
Uno de los problemas centrales del gobierno que encabeza EPN es que no hay lugar para la autocrítica; y mucho menos se aceptan las opiniones externas con la apertura que el mismo presidente presumió en su primer discurso oficial:
“Como Presidente democrático respetaré las voces de la sociedad. Voy a ejercer un gobierno abierto, que hable con verdad, que pida opinión, que escuche a la ciudadanía y tome mejores decisiones”.
Enrique Peña Nieto, termina su primer año justo como lo inició: descontento social - reflejado en las manifestaciones y protestas -, regiones del país sumidas en la violencia a consecuencia del narcotráfico y la incapacidad del gobierno por hacerles frente de manera inteligente.
Durante este año, la percepción de la inseguridad aumentó hasta el 72.3%, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). De acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, la inseguridad y la delincuencia son los principales problemas que los mexicanos enfrentan; seguidos del desempleo y el aumento de precios.
A lo anterior no sólo lo respaldan los números, también la realidad nos empuja a darnos cuenta de que los datos no están fuera de lugar. Como ejemplo están los estados de Guerrero, Chihuahua, Nuevo León, Jalisco, México y recientemente Michoacán. En estas regiones se cometen la mayoría de los actos violentos y, extrañamente, algunos siguen siendo los mismos que cuando el expresidente, Felipe Calderón, inició la “Guerra contra el Narcotráfico”.
Un año puede ser poco tiempo, cierto, pero el problema es que México no ha cambiado ni un poco respecto al país que era hace un año, permanecemos en el mismo sitio o estamos retrocediendo. Es verdad que las reformas propuestas atienden cuestiones que son vitales para el desarrollo del país, pero se han olvidado cuestiones que son primarias como la seguridad y el empleo.
Enrique Peña Nieto iniciará su segundo año como presidente sin las expectativas generadas por lo incierto. Ahora parece imposible esconder la realidad detrás de una encuesta o de una campaña publicitaria.
Viene el segundo capítulo de EPN y lo tendrá que hacer cargando con los problemas que prometió resolver y no ha hecho. Porque mientras en México sigan las desapariciones, los asesinatos, las extorsiones, los secuestros y no se resuelvan los casos impunes del pasado, eso de transformar o mover a México será mero y llano discurso.
Los niños de México están pagando los errores cometidos por los adultos, enfrentando una sociedad que parece violenta, descompuesta e indiferente. La violencia de los últimos años ha empezado a cobrar factura, y desgraciadamente, cada día es más común encontrarse a niños víctimas de la violencia, atrapados por el narcotráfico, explotados, secuestrados, marginados, violentados, utilizados y asesinados.
Por Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
El 20 de noviembre se conmemoró el Día Universal del Niño, y además de promover su bienestar, se celebra la fraternidad y la comprensión entre todos los niños y las niñas del mundo. Esta fecha quedó marcada como el día en que la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.
Precisamente la ONU ha aprovechado este día para recordar que los niños representan uno de los sectores más vulnerables ante las crisis, los conflictos armados y los fenómenos climáticos, por lo cual han demandado mayor atención por parte de los gobiernos hacia los infantes.
A pesar de saber lo vulnerables que son los niños, en los últimos años hemos sido testigos de la violación de los derechos de miles de niños y niñas alrededor del mundo. Los encontramos siendo explotados laboralmente, discriminados, sin acceso a la educación, maltratados y violentados.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en México, en los últimos 25 años, murieron asesinados dos menores de 14 años de edad diariamente, además, el 62% de los niños y niñas han sido víctimas de maltrato en algún momento de su vida.
Violencia y niños
Es un hecho que la violencia ha terminado por afectar a los niños, de forma directa o indirecta están siendo víctimas de ésta. Los niños mexicanos se han naturalizado con ella, viéndola como algo que tendrán que enfrentar tarde o temprano.
Homicidio en Morelos Zaragoza
Del multi-homicidio logró sobrevivir Sofía, una bebé de apenas 4 meses a la que le “perdonaron la vida”, como muestra auténtica de la versión del México cruel y salvaje, donde otro ser humano tiene la decisión de dejarte vivir o no.
Durante los últimos años, México se ha convertido en unos de los países más violentos del mundo, destacando los hechos de los últimos 6 años a consecuencia de la “guerra contra el narcotráfico”. Según la Red por los Derechos de la Infancia (REDIM), de Diciembre de 2006 a Octubre de este año, 1,837 menores de edad han muerto a consecuencia del crimen organizado, de los cuales 136 han ocurrido este año.
A nivel nacional, la tasa de mortalidad de menores de edad se ha incrementado del 2007 a la fecha, y los estados con mayores índices son: Nuevo León, Sinaloa y Chihuahua.
Es un hecho que la violencia ha terminado por “tocar” a los niños, de forma directa o indirecta están siendo víctimas de ésta. Los niños mexicanos se han naturalizado con ella, viéndola como algo que tendrán que enfrentar tarde o temprano.
Un suceso reciente es muestra de la realidad que están viviendo los niños bajo un clima de violencia e inseguridad. En Ciudad Juárez, Chihuahua, el pasado 17 de noviembre, ocho miembros de una familia fueron asesinados a cuchilladas de manera cruel y despiadada, entre las víctimas se encontraban tres menores de edad, dos niñas y un niño.
El crimen ha despertado la indignación de la sociedad, pero también la preocupación y el miedo, porque este hecho es un ejemplo de que la violencia ha reaparecido en las calles de la ciudad que hasta hace unos años fue considerada la más violenta de México.
El asesinato se cometió dentro la casa de la familia, en la colonia Morelos Zaragoza a las orillas de la Ciudad. Ahí murieron Máximo Martín Romero Sánchez y María del Carmen Castañeda Morales, padres de Daniel y Janeth Abril Romero Castañeda, de 6 y 4 años respectivamente.
Las otras personas asesinadas fueron la madre de María del Carmen, así como su hermana y la hija de esta última, una niña de apenas cuatro años. La última víctima fue Rubén Romero, hermano de Máximo.
Desde un principio las autoridades locales descartaron la posibilidad de que el asesinato tuviera relación con el narcotráfico o el crimen organizado, y lo ligaron con la posibilidad de que se tratara de una venganza familiar, alguna deuda o con el trabajo de Máximo, quien se dedicaba a vender automóviles.
Más allá de las causas, el asesinato de esta familia es responsabilidad del Estado, porque le ha faltado invertir en cuestiones preventivas y de cohesión social; pero también es culpa de nosotros como ciudadanos, que nos hemos conformado con resultados pobres en cuestiones de seguridad. Basta una persona asesinada, de la forma que sea, para darnos cuenta de que las cosas no están bien.
Un crimen de estas dimensiones es reflejo de una de las consecuencias más letales de la guerra que ha vivido México en los últimos años, es una representación del deterioro social en el que está sumergida esa región del país, donde simplemente una persona no teme matar a sangre fría por el motivo que sea.
Del multihomicidio logró sobrevivir Sofía, una bebé de apenas 4 meses a la que le “perdonaron la vida”, como muestra auténtica de la versión del México cruel y salvaje, donde otro ser humano tiene la decisión de dejarte vivir o no.
Los niños mexicanos están viviendo un incremento considerable de violencia que definitivamente les está afectando, pues han pasado de ser espectadores a víctimas en distintas formas.
Gran parte de lo anterior se debe a que en México no existe una legislación concreta que proteja a los niños de la violencia, además de la carencia de programas integrales y políticas públicas que promuevan los derechos de los niños, es decir, educación, desarrollo, justicia, salud y prevención de riesgos.
Hechos como estos deben de llevarnos a reconocer, pensar y cuestionarnos seriamente no sólo en el México que estamos viviendo, también debe de preocuparnos el país que le estamos dejando a las próximas generaciones, si no lo hacemos, le dejaremos a Sofía y a todos los niños una sociedad rota, violenta, descompuesta e indiferente.
A las autoridades mexicanas les importa muy poco esclarecer los asesinatos, las agresiones y desapariciones de periodistas. Así lo han dejado ver los pocos o nulos avances de las investigaciones sobre varios casos, la mayoría de ellos, archivados.
Por: Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Organizaciones como Reporteros sin Fronteras (RSF), Artículo 19 y la misma Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), han informado de que en México, del año 2000 al 2013 han sido asesinados más de 80 periodistas.
Es un hecho que ser periodista en México es una profesión de alto riesgo. Además de las agresiones y amenazas de los grupos del crimen organizado de las que son objeto, e incluso por mismas autoridades, no hay que olvidar la poca protección con la que cuentan para realizar su trabajo.
En mayo de este año, en el marco del Día Mundial de la Libertad de Prensa, el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) dio a conocer una lista de los 12 países con mayores índices de impunidad en casos de periodistas asesinados, donde México ocupa el séptimo lugar. Además, según la misma organización, es el país donde desaparecen más periodistas.
El pasado 13 de noviembre se cumplieron cinco años del asesinato del periodista José Armando Rodríguez Carreón, “El Choco”, como le decían sus amigos. Hasta esta fecha, la Fiscalía de Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión (Feadle), que tomó el caso hace pocos meses, no tiene avances que resulten significativos.
Fue precisamente en el 2008, año que representó el inicio de las más fuerte crisis de inseguridad y violencia que haya pasado Ciudad Juárez, cuando Armando Rodríguez fue asesinado afuera de su casa. Le dispararon 10 veces con un arma de 9 milímetros.
El motivo del asesinato se desconoce. Aunque se sabía, incluso por las mismas autoridades, que Armando había sido amenazado tiempo antes del atentado, no se hizo nada para protegerlo.
Armando era uno de los periodistas más leídos en la ciudad, sus notas y artículos eran contundentes y críticos. Contaba con más de 10 años de experiencia en los medios y fue un periodista ampliamente reconocido por la policía. Para sus colegas, su trabajo permitió descubrir muchas cosas relacionadas con la inseguridad en la ciudad, redes de corrupción y narcotráfico.
Desde sus inicios, la investigación sobre Armando ha sido deficiente y llena de irregularidades. Cada año que pasa hay algo nuevo, algo que no engrana con lo que se había investigado anteriormente; hay muchos nombres y apodos pero no hay culpables.
La red de periodistas de Ciudad Juárez ha estado al pendiente del proceso y ha denunciado que en la investigación no hay avances, ni con las autoridades del estado ni con las federales. Ya desde el 2012 esta organización había denunciado que no existían rastros de los autores materiales e intelectuales del crimen, lo que para esta organización significa que no hay intenciones de las autoridades por resolver el caso de Armando.
En el 2010, el entonces presidente Felipe Calderón, dijo que la investigación ya había concluido, cosa totalmente falsa. Ahora, para este quinto aniversario, la fiscalía ha dado a conocer una sexta versión de lo sucedido, la cual dice que el responsable del crimen ya está muerto.
Otra organización dedicada a la defensa de la libertad de expresión y que ha seguido el caso, es Artículo 19 México. La organización ha denunciado, a través de diferentes espacios, los asesinatos y desapariciones de periodistas, y ha exigido al Estado su resolución.
Obviamente, el problema central es la violencia, porque cualquier país que tenga condenada y callada la voz de sus informadores está atentando directamente contra una sociedad que desea estar informada, pero también representa la poca capacidad de las autoridades en cada uno de los casos, los mismos que van dejando en el pasado, empolvándose y haciéndose viejos.Esta organización presentó una campaña llamada #ImpunidadMata, que tiene como objetivo visibilizar los hechos impunes sobre periodistas que hay en México. En esta campaña de documentales aparece la historia de Armando Rodríguez, que da cuenta de la serie de rezagos que han existido en la investigación desde sus inicios.
Pero lo que no se hace viejo es el dolor de la ausencia y la impunidad, eso sigue ahí, no se va, permanece y asfixia, se hace presente cada día para los familiares y amigos de Armando, porque cada año que pasa es lo mismo: los avances son nulos y no van a ninguna parte.
Como el caso de Armando hay muchos más. Desde el mandato de Felipe Calderón, el gobierno ha simulado que hace algo por los periodistas, lanzando campañas, protocolos de seguridad, discursos y acciones que terminan fracasando. Ninguna autoridad, ni estatal ni federal, se preocupan por este tipo de situaciones en profundidad.
En conclusión, no hay indicios de que se le hará justicia a la libertad de expresión.
Lo anterior es clara muestra de que asesinar a un periodista en México, no tiene consecuencias y eso es extremadamente grave. Con ello, se demuestra que la libertad de prensa y de expresión es simulada, está compuesta por mentiras y está condenada.
Los crímenes, amenazas y asesinatos a periodistas en México se investigan poco, mal o nada.
Aunque muchos insisten en negarlo, en México hay una persecución, criminalización y estigmatización hacia los jóvenes y parece que el único argumento es el sólo hecho de ser jóvenes.
Por: Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Los jóvenes están siendo testigos y protagonistas de la represión y el uso excesivo de la fuerza pública, así se ha visto en las recientes marchas y manifestaciones, pero también están siendo objeto de detenciones arbitrarias por parte de la policía, que sin tener un argumento válido, los detienen y cuestionan.
Ya no sólo se trata del histórico enjuiciamiento por parte de la sociedad que parece estar enojada con sus jóvenes, ahora hay una relación que se ha fracturado y a la cual pocos prestan atención. Los cuerpos policiales están viendo en los jóvenes a sujetos peligrosos, mientras que los jóvenes simplemente no creen que la policía esté para protegerlos, al contrario, la ven como un enemigo.
Si una institución ha sido cuestionada en México esa es la policía, ya sea por su poca preparación o por su involucración en hechos de corrupción y su complicidad con el crimen.
Según datos de la Primera Encuesta Iberoamericana de Juventudes, los jóvenes mexicanos son los que menos confianza tienen en sus instituciones, como la policía, los políticos, la justicia, los medios de comunicación y el gobierno.
Ya desde el 2005 esta situación se vislumbraba. En la Encuesta Nacional de Juventud el desinterés en la política y desconfianza en las instituciones ya era una realidad. En aquel entonces, la policía obtuvo una calificación de 5.9, en una escala del 1 al 10, seguida por la Cámara de Diputados (6.0), los partidos políticos (6.1) y el presidente (6.8).
Esta desconfianza y fractura ha quedado reflejada en las recientes movilizaciones sociales, donde ha reinado el uso de la fuerza pública y el abuso de la autoridad hacia los manifestantes, que en la mayoría de los casos son jóvenes.
Aunque no es un fenómeno nuevo, hace algunos días se presentaron dos incidentes que van más allá de la persecución y criminalización de los jóvenes..
En Zapopan, Jalisco, Érick Fernando Chávez Trejo, de 21 años, fue asesinado por un policía. La madrugada del 2 de noviembre Érick maneja su camioneta, cuando un grupo de policías le pidieron que se detuviera para realizarle una revisión de rutina.
Aunque es una práctica inconstitucional que ha generado un enorme rechazo social, desde hace tiempo en México se han instalado retenes policiales para detener a posibles sospechosos. Esto fue lo que le pasó a Érick.
Durante la detención “de rutina”, Érick bajó de la camioneta, uno de los policías lo agarró por detrás, le pegó con la pistola en la espalda y al hacerlo el arma se disparó, la bala se fue justo a la cabeza de Érick.
En Huehuetoca, un grupo de jóvenes regresaba de un baile y en la calle se enfrentaron con otros jóvenes. El escándalo alertó a la policía municipal. Uno de los policías disparó su arma y terminó con la vida de Cristian Daniel Santillán Martínez, de 13 años. El asesinato despertó la indignación de los pobladores que se reunieron frente al edificio de la presidencia municipal y lo incendiaron como muestra de repudio.
Estos incidentes vienen a demostrar que las detenciones se hacen según la apariencia y el modo de vestir de las personas, e incluso, en algunos casos, por la zona geográfica donde se encuentren.
Alguien podría pensar que estos casos pudieron haber sido accidentales, pero se supone que si los policías llevan armas es para actuar en los casos estrictamente necesarios, o porque alguien está en peligro.
No señores policías, no señores gobernadores, no son a estos jóvenes a los que les tienen que demostrar que ustedes son quienes hacen valer la ley y velan por la seguridad de la ciudadanía. Si no son capaces de entender eso se equivocaron de vocación. Un servidor público no puede exponer así la vida de las personas por las que trabaja.¿Qué peligro representaban Érick y Cristian? En ninguno de los casos veo la necesidad de la policía de sacar las armas, no creo que en una revisión de rutina sea necesario hacerla con el arma desenfundada y lista para disparar. Tampoco creo que las soluciones de conflictos se den bajo amenaza de muerte.
Me aferro a pensar que estos dos hechos no pasarán como eventos aislados y sin resonancia. Las palabras del padre de Érick son contundentes: “A los policías uno le tiene más miedo que a los sicarios”.
En México son pocos los jóvenes que logran ingresar a la universidad, aquellos que lo hacen deben esforzarse enormemente para mantenerse, alcanzar un buen promedio para tramitar alguna beca y en algunos casos trabajar a la par de los estudios para poder costear los mismos.
Por Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Ser universitario es toda una aventura, más allá del esfuerzo académico que esto implica, deben sortearse día a día otras cuestiones que hacen el recorrido hasta la vida profesional un camino demasiado escabroso.
El rezago educativo en México puede verse a través de la deserción escolar, la gran mayoría de los niños que comienza la educación básica no logran concluir una carrera profesional. Dos de los principales motivos de que esto ocurra son: la falta de recursos económicos, ya que los costos de las universidades, tanto públicas como privadas, son demasiado altos; y el segundo, que no existen plazas suficientes en las universidades públicas para que todos los jóvenes que desean estudiar una carrera lo puedan hacer.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 1.7% de los jóvenes no cuenta con ninguna instrucción académica, el 15.7% cuenta con primaria y el 36.5% con secundaria. Respecto a estudios profesionales o de posgrado, son el 24.4%.
Según datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), México es un país con uno de los porcentajes más altos de jóvenes que no estudian ni trabajan. El primer país es Turquía, seguido de Israel y México. A través del Informe Panorama de la Educación 2013 de la misma organización, se destaca que el 24.7% de los jóvenes no tienen trabajo ni están inscritos en la escuela.
Otro dato, en la Encuesta Nacional de Valores en Juventud, en la pregunta: ¿Para qué estudiar? Los jóvenes respondieron de la siguiente manera: el 53.5% dijo que estudiando podrá conseguir un buen empleo, el 17.6% considera que el estudio le proporcionará un buen desarrollo profesional, y en menor porcentaje están aquellos que dicen que ganarán dinero y adquirirá prestigio, 9.3% y 1.2%, respectivamente.
Un dato revelador de la misma encuesta es que casi todos los jóvenes encuestados consideraron que tener una carrera profesional vale la pena, el 93.9%. Sólo el 4% se pronunció en contra.
A pesar de la dificultad que conlleva realizar una carrera profesional, ya sea en una universidad pública o privada, los jóvenes que tienen los medios han optado por hacerlo, aunque conscientes de que al terminar sus estudios el panorama es aún más complicado y desalentador, han apostado por la educación como la llave que abre el futuro.
“Besando un auto”
En los últimos años, grupos de la sociedad civil, empresas y el mismo gobierno, han realizado programas con el objetivo de estimular el quehacer académico de aquellos que se encuentran estudiando y tienen buenas calificaciones. Algunos de estos programas incluyen el sorteo de becas, computadoras, dinero y automóviles. De manera reciente, en la Feria de Pachuca, Hidalgo, se convocó a 60 estudiantes que tuvieran buenos promedios a participar en un concurso, y el primer premio consistía en un automóvil. El concurso despertó la indignación y el enojo de algunos usuario de la redes sociales, la misma dinámica de la competencia se posicionó en Twitter bajo el “hashtag” #BESANDOUNAUTO. Estudiosos, académicos, juvenólogos, y el mismo presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Hidalgo (CDHEH), José Alfredo Sepúlveda Fayad, manifestaron su preocupación por este tipo de concursos, que calificaron de denigrante.Lo singular (e indignante) del concurso, es que los estudiantes tenían que besar la carrocería de un automóvil el mayor tiempo posible, resultando ganador el que más tiempo lo hiciera. La “maravillosa” idea de concurso bajo el nombre de “Besando un auto”.
Ante la crítica, los organizadores respondieron que se trataba de un concurso que promovía los valores, sí, leyó usted bien, en México se promueven los valores de los jóvenes con mejor rendimiento académico poniéndolos a besar automóviles.
Seguramente habrá quien diga que los participantes tienen suficiente edad para haber dicho que no, pero la actividad va más allá de lo evidente, refleja la necesidad económica de uno de los grupos más vulnerables de la sociedad, y también representa la total lejanía del gobierno de las realidades y necesidades de los jóvenes.
Lo pongo en otra perspectiva, si se trataba de promover valores para jóvenes destacados, ¿no hubiera sido mejor que participaran en algún proyecto de investigación, científico o comunitario? ¿no dejará mayor experiencia promover actividades académicas en lugar de concursos que literalmente te ponen en el suelo a besar un pedazo de carrocería? Le pido que veamos el fondo, no se trata del premio, se trata del significado que todo esto contiene.
Una cosa más, el concurso se estableció como parte de los organizadores con el motivo de romper el récord Guinness, que le pertenecía a Alemania, y ¿sabe qué pasó?
Aunque algunos pudieran pensar que es un hecho sin importancia o aislado, lo sucedido en la feria de Pachuca debe de preocuparnos y mucho. Si bien la actividad fue realizada por la promotora que organiza la feria, contó con la aprobación y promoción del gobierno, eso es lo más delicado.Pues rompimos el récord. Pasaremos a la historia por ser el país cuyos jóvenes más destacados han permanecido más tiempo besando un automóvil, 76 horas para la historia.
Los jóvenes mexicanos necesitan de estímulos y espacios verdaderos, el camino para obtener algo que se quiere no debe de poner en juego la dignidad de las personas. Es muy triste que nuestras metas estén pensadas para romper récords a través de la humillación, ojalá que algún día podamos ser el país que rompa todos los récords en calidad, inclusión e inserción educativa. Eso sí sería motivo de festejo.
Seguramente el 2013 será recordado en la historia nacional como el año de las reformas. Aquella frase del Presidente Enrique Peña Nieto (EPN) al llegar a sus primeros cien días de gobierno: "No vengo a administrar sino a transformar el país", parece que condenó el rumbo del país y también desató el descontento social.
Noé Alí Sánchez Navarro
Como estaba previsto, la reforma fiscal o hacendaria, como la ha llamado el presidente, ha generado más rechazo que la misma reforma educativa, quizá porque más allá de afectar a la clase media del país, ha terminado por rozar los intereses de un sector que parecía intocable: los empresarios.
Una de las regiones más afectadas por la reforma fiscal sin duda es toda la zona fronteriza con Estados Unidos, la homologación en la aplicación del impuesto con el resto del país que pasaría del 11% al 16%, pone en riesgo el equilibrio y prosperidad de esta región.
Para académicos, expertos y ciudadanos de la frontera, el peligro de esta reforma para la vida fronteriza recae en la inminente posibilidad del aumento de precio en los servicios, la fuga de empresas extranjeras a otras partes del mundo, reducción de salarios, y seguramente el aumento de compras en los Estados Unidos, que traería consigo la informalidad e ilegalidad.
A finales de la década de los sesenta se estableció el proyecto de la Industria Maquiladora de Exportación en México, el objetivo era ofrecer una fuente de empleo que elevara la calidad de vida de los fronterizos y así evitar que éstos emigraran hacia el vecino país.
Aunque el proyecto de la maquiladora era temporal se establecieron diversas empresas de este tipo en las ciudades fronterizas más importantes, uno de los factores que atrajo más inversión fue la cantidad de mano de obra y lo barato de ésta.
Ciudad Juárez es una ciudad que se ha construido y forjado en base a la Maquiladora, la mayor parte de su vida productiva depende de la inversión extranjera y de lo que ahí se produce y se vende en otras partes del mundo, nos guste o no, la maquiladora es el oxígeno de esa ciudad.
Esta reforma afectará directamente a la maquiladora, y por ende a los trabajadores, mismos que verían disminuidos sus ingresos hasta en un 40%. Imagínese usted lo que significa para la vida de la cuidad y las familias si somos consientes de que un gran sector de la población se dedica a esto, la reforma amenaza con asfixiar a la frontera.
Desde hace años se había planteado la posibilidad de hacer de Ciudad Juárez una zona franca, es decir, un área cuyo principal objetivo fuera promover el progreso a través de la producción de bienes y servicios destinados al mercado extranjero. Aplicando un régimen especial en materia aduanera, de comercio exterior e inversión de capitales, y que así los bienes o materiales provenientes de otros países no fueran considerados de importación.
Durante su campaña presidencial, Enrique Peña Nieto visitó Ciudad Juárez, era el primero de abril de 2012, en ese mitin el entonces candidato se comprometió a dos cosas, darle un trato preferente a Juárez en el régimen fiscal y la construcción de academias regionales de policías, tal como lo hizo durante toda la campaña, ante notario público y dejando su firma en un enorme pedazo de papel.
Aquel domingo de abril Enrique Peña dijo: “Mi compromiso es para que México crezca tres veces más de lo que hasta hoy ha crecido, y que para fortalecer realmente el mercado y la capacidad de exportación de Ciudad Juárez, y generar empleo, necesitamos darle un trato de excepción dentro del régimen fiscal, ese es mi compromiso y lo voy a construir al lado de ustedes”.
A días de llegar a su primer año de gobierno y lejos de cumplir aquella promesa que se dio al calor del encuentro con una ciudadanía ilusionada con el cambio, Peña le mintió a Ciudad Juárez, es más, el presidente ni siquiera ha pisado esa ciudad desde aquel día de abril.
La zona franca para Ciudad Juárez, sólo fue una estrategia, un trampolín y nada más. Peña Nieto no sólo faltó a su palabra con una de las ciudades mas devastadas por la inseguridad y violencia en los últimos años, sino que además de eso le dio una bofetada a los juarenses con la homologación del IVA.
El centralismo ha terminado por dejar en el olvido a la ciudad, los del centro ven a la frontera más cerca de los Estados Unidos que como parte de México. Juárez está sola, ni sus mismos representantes en el congreso fueron capaces de oponerse a la reforma, la dejaron pasar y listo.Para nadie es una novedad que Ciudad Juárez ha despertado el interés nacional sólo cuando se habla de violencia e inseguridad, hay que recordar que la ciudad saltó a la escena internacional a raíz de los asesinatos de mujeres, pero fuera de eso se encuentra en el olvido. Un ejemplo es el último plan nacional implementado para favorecer a la ciudad, fue: ¨Todos somos Juárez¨, un programa para combatir la violencia y que al concluir la pasada administración la ciudad volvió a quedar donde mismo, lejos.
Esta ciudad es una maqueta de lo que pasa en México, las reformas nos han dividido, polarizado y han puesto en conflicto. La Reforma hacendaria es un golpe para todos los niveles, le pega por igual a ricos y a pobres, a empresarios y trabajadores.
Para el gobierno es una reforma con sentido social y una puerta al desarrollo, mientras que para la sociedad, los que trabajan y pagan impuestos, es el último escalón antes del precipicio.
Créame, si en México cobráramos impuestos por cada mentira que los políticos dicen en campaña, en vez de hacerlo por adquirir una mascota, nos iría mucho mejor.
El pasado 5 de octubre quedará marcado como una de las fechas más trágicas y dolorosas para el país, el espectáculo denominado “Monster Truck”, realizado en el marco de las actividades del Extremo Aeroshow 2013 en la ciudad de Chihuahua, pasó de ser una tarde familiar a una noche de luto en un breve instante.
Por: Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Las imágenes son impactantes, desgarradoras e incomprensibles; entre más las ves, menos entiendes cómo se permitió hacer un espectáculo de ese tipo en esas condiciones. Fuera de toda lógica lo más probable sucedió: un accidente mortal.
Nueve personas murieron (hasta este momento), entre ellas menores de edad, y más de cincuenta resultaron heridas, algunas aún se encuentran hospitalizadas. El incidente se originó cuando una camioneta alterada y reconstruida para este tipo de espectáculos, denominada “Big Show”, embistió a una parte del público asistente después de realizar un segundo salto sobre vehículos que se encontraban en el centro de la improvisada pista.
Lo sucedido fue el resultado de una secuencia de grandísimas irregularidades. El evento se realizó en un parque llamado “El Rejón”, mismo que no cuenta con las condiciones mínimas para albergar un evento de este tipo. Aunado a eso, la seguridad tanto para los espectadores como para los conductores de las camionetas, era de nula a inexistente.
Para empezar, gran parte del público estaba de pie, ¡sobre la pista! sin ninguna barrera que delimitara el espacio en el que debían de estar, mientras que aquellos que estaban sentados, lo hacían sobre unas gradas, también improvisadas, de lámina y sin ninguna barrera de contención.
Este tipo de espectáculos, que regularmente se realizan en los Estados Unidos, se han empezado a presentar en México desde hace tiempo. De hecho, en la ciudad de Chihuahua no era la primera vez que se realizaba. Pero, aunque las comparaciones en este momento no sirven de nada, la verdad, es que la seguridad, logística y ejecución de este tipo de eventos de un país a otro, tienen un mundo de diferencia.
Segundos después del fatal accidente, todo era confusión, las personas corrían de un lugar a otro, desesperadas, asustadas y aterrorizadas.
El Extremo Aeroshow 2013, se realizaba en el marco del cierre de la gestión como presidente municipal de Chihuahua, de Marco Adán Quezada Martínez. De alguna manera representaba su última actividad pública, previa a su tercer y último informe de gobierno, que fue suspendido por el accidente.Así se puede ver en los varios vídeos que están circulando en internet, mismos que fueron tomados por personas que se encontraban en otro punto del parque, y que lograron captar el preciso instante del accidente. Los cuerpos de seguridad atendieron inmediatamente la situación, pero ni eran suficientes ni estaban preparados para una contingencia de esa proporción.
Ante un suceso de estas magnitudes, es indudable que tiene que haber responsables y es ahí donde viene lo más delicado de la situación, porque parece que, como es una costumbre en México, el hilo se romperá por lo más delgado.
Los empresarios han culpado al conductor de hacer mal el recorrido. Francisco Velázquez Samaniego, quien manejaba la camioneta y que sobrevivió al accidente, asegura que durante la maniobra ocurrieron varios accidentes.
Primero, perdió el casco que llevaba puesto y posteriormente se golpeó contra unos tubos quedando inconsciente. Perdió el control del volante y atropelló a parte del público que se encontraba en esa zona.
Los organizadores se han deslindado de toda responsabilidad. Tuvieron que pasar tres días para que el representante de la empresa hiciera acto de presencia. Su postura: el conductor de la camioneta es el total responsable por haber cambiado la rutina.
En este aspecto hay dos situaciones a destacar: En primer lugar, un día antes, se había presentado el mismo espectáculo, y aunque la camioneta no pudo realizar la segunda vuelta por una falla mecánica, el plan era el mismo para los dos días.
En segundo lugar, en los vídeos se puede apreciar que en ningún momento hay alguien que realice alguna señal o indicación para que el segundo brinco no se realice. Es decir, si los organizadores sabían que ese no era el recorrido, ¿por qué no lo detuvieron?
La sorpresa e inconformidad por parte de la sociedad no se ha hecho esperar. Hoy en día, las redes sociales se han convertido en un detonante de la protesta e inconformidad social.
A través de una cuenta de Facebook que cuenta con más de 44,000 seguidores, se ha brindado apoyo a Francisco Velázquez Samaniego, nombre real del conductor de la camioneta, con la intención de que se castigue a todos los responsables, entre ellos a los organizadores y a las mismas autoridades que aprobaron el evento.
Otro de los movimientos ha sido una carta virtual dirigida al gobernador del Estado de Chihuahua y también en apoyo al conductor. Al término de este artículo contaba con 32,573 firmantes.
Ante lo sucedido, queda claro la gran ausencia de seguridad en el evento. Con el paso de los días se han dado a conocer más cosas que apuntan hacia la omisión por parte de las autoridades correspondientes en lo que refiere a un espectáculo de esta naturaleza. La lógica parece sencilla: ante espectáculos extremos, seguridad extrema. Ésta última no fue invitada.
Aunque algunas personas indican que el recorrido que hizo el conductor no era el adecuado o el previsto, está claro que si lo hubiera hecho en el sentido contrario de igual manera hubiera terminado por arrollar a las personas que estaban en las gradas, que tampoco contaban con la protección adecuada.
Lo que más me duele, además del sufrimiento de la gente, es que seguramente no aprenderemos de esta experiencia, que las autoridades seguirán aprobando este tipo de eventos que, lejos de promover el entretenimiento y esparcimiento familiar, terminan por poner en riesgo la vida.
Entiendo el dolor y coraje de los familiares de las víctimas, pero si queremos que esto no vuelva a pasar en ningún lugar del país, es importante que la justicia no dependa de nombres y puestos. Al rompecabezas de la tragedia ¨Monster Truck¨, le faltan piezas y responsables, entre otros, los organizadores, las autoridades de gobierno y protección civil.
No puedo imaginar a Francisco Velázquez Samaniego con la intención de provocar esta tragedia, asumo que lo hizo como una vuelta más, como parte de su trabajo, sólo que en esta ocasión, la negligencia y nula seguridad marcaron la crónica del trágico recorrido.
Es común escuchar a la clase política mostrar su preocupación por los derechos de los jóvenes, especialmente cuando hay un proceso electoral por delante. En campaña, los políticos prometen que atenderán las necesidades de los jóvenes, reconociendo la importancia que éstos tienen para el país, pero a la hora de gobernar, la preocupación queda sólo en eso, en un discurso vacío y sin acción.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Los últimos años han sido reflejo de que la acción política e institucionalizada está lejos de la realidad que viven los jóvenes, del cumplimiento de sus derechos, y de oportunidades reales de desarrollo. Al contrario, se han transgredido los derechos de los jóvenes con la implementación de programas sociales con una fuerte mirada “adultocéntrica” y asistencialista, además de que recientemente se han convertido en las principales presas de la inseguridad, el narcotráfico y la violencia.
En México existe una brecha que cada día se hace más grande y profunda, entre lo que es y debería de ser. Los jóvenes mexicanos son prueba de ello: se han convertido en víctimas de un sinnúmero de condiciones que han terminado por poner en peligro no sólo su futuro, sino hasta su vida.
El discurso del gobierno se ha agotado, para nadie es una sorpresa que los jóvenes hayan terminado siendo utilizados como plataforma para propuestas políticas, pero que en la ejecución de las mismas son los grandes ausentes. Tampoco representa una novedad que los mismos jóvenes se han convertido en víctimas y victimarios en la lucha contra el narcotráfico y de los carteles de la droga.
El discurso del gobierno se ha agotado, para nadie es una sorpresa que los jóvenes hayan terminado siendo utilizados como plataforma para propuestas políticas.
La situación en la que viven muchos jóvenes representa la carencia de derechos fundamentales, y esto tampoco es nuevo, históricamente la juventud mexicana se ha construido a través de la casi inexistencia del derecho a la educación, seguridad, empleo, salud y participación política.
Por ejemplo, no todos caben en el sistema escolar, los que logran terminar una carrera profesional tienen serios problemas para conseguir un empleo digno. Sin empleo no tienes acceso al sistema de salud, e históricamente las expresiones políticas de los jóvenes son seriamente cuestionadas e incluso violentadas, la represión, y el uso desmedido y desproporcionado de la fuerza pública en las últimas manifestaciones sociales son sólo una muestra de esto.
Lo anterior no sólo hay que recriminárselo al Estado, aunque ciertamente es el principal responsable, en ello también tienen mucho que ver los medios de comunicación, que a través de estereotipos han proyectado a la juventud como perezosa, rebelde y violenta. Y la misma sociedad, que no ha sabido qué hacer con sus jóvenes y se ha convertido en el principal juez de sus acciones.
Es cierto que se han hecho algunos esfuerzos por garantizar los derechos de los jóvenes, pero éstos siguen siendo aislados y descontextualizados, lo anterior ha traído como resultado la desconfianza de los jóvenes en el Estado. Los jóvenes mexicanos no creen en las instancias gubernamentales, no creen en la policía, no creen en el aparato de procuración de justicia, y le aseguro que esto no es culpa de ellos.
Los hechos ocurridos en los últimos días en México, donde hemos podido ver el enfrentamiento entre policías y grupos de manifestantes, dejan en evidencia la alarmante lejanía que hay entre el sistema y los jóvenes.
Estamos siendo testigos de un Estado que condena y criminaliza la manifestación, la protesta y el desencanto social, que recrimina con rudeza el uso de la calle, espacio autentico, propio y estrechamente ligado a la juventud.
Estamos siendo testigos de la precarización de los jóvenes, que lejos de tener acceso a sus derechos, se encuentran expuestos ante la violencia, tanto del Estado como del crimen.
Y lo más alarmante, también estamos siendo testigos de la precarización de los jóvenes, que lejos de tener acceso a sus derechos, se encuentran expuestos ante la violencia, tanto del Estado como del crimen. Desde las manifestaciones del 1 de diciembre, por la toma de posesión de Enrique Peña Nieto como presidente, hasta la del 2 de octubre, por la conmemoración de la matanza de Tlatelolco, la violencia se ha hecho presente.
Cierto, debe preocuparnos que durante las manifestaciones o protestas se presenten actos vandálicos por parte de los manifestantes, pero también deben despertar nuestra preocupación los excesos y abusos cometidos por parte de las autoridades en cada una de las manifestaciones. Tan sólo para la más reciente movilización, la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF) dispuso de más de 4.000 policías.
Los jóvenes mexicanos no ven al Estado como un defensor de sus garantías y derechos, al contrario, en él han encontrado a su peor enemigo, y eso tampoco es un hecho reciente. La indignación, la desilusión y el desencanto de los jóvenes no son sucesos nuevos ni aislados, representan las biografías e historias de miles de jóvenes.
Hechos como los ocurridos en el Bar "Heaven" en Tepito, en la discoteca "News Divine", en San Salvador Atenco, en la colonia Villas de Salvárcar y en el poblado de Loma Blanca en Ciudad Juárez, son sólo algunos de los "catalizadores" que han despertado la indignación, porque han sido sucesos donde ha quedado al descubierto la incapacidad del Estado por proteger a sus jóvenes.
México no está escuchando a sus jóvenes, les ha quitado incluso el derecho de tomar la palabra. Para entender lo que sucede actualmente con las expresiones y manifestaciones juveniles, hay que ir más allá del repudio al gobierno actual y el recuerdo del movimiento juvenil de 1968. Hoy, estamos siendo testigos de la indignación acumulada por los hijos de un país que no ha sido capaz de brindarle los derechos fundamentales a sus jóvenes.Veo con mucha tristeza como el gobierno desde sus diferentes niveles, las instituciones, los medios masivos de comunicación y hasta la misma sociedad, condenan todas las expresiones de los jóvenes por defender sus derechos; juzgan sin escuchar sus demandas y propuestas y se limitan a criminalizarlas.
Los jóvenes desempleados en el mundo siguen aumentando alarmantemente, lo anterior es reflejo del abandono en el que se encuentran las y los jóvenes, que lejos de ser el futuro, están padeciendo un presente desalentador.
Según el informe de la OIT, aproximadamente 75 millones de jóvenes menores de 25 años se encuentran desempleados.
"Los jóvenes mexicanos no ven al Estado como un defensor de sus garantías y derechos, al contrario, en él han encontrado a su peor enemigo, y eso tampoco es un hecho reciente. La indignación, la desilusión y el desencanto de los jóvenes no son sucesos nuevos ni aislados, representan las biografías e historias de miles de jóvenes"
México se ha convertido en uno de los países más peligrosos para ejercer un periodismo libre y el Estado se muestra ineficiente para hacer justicia y brindar garantías a los periodistas.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
El 16 de Septiembre se celebra el día en que México comenzó la lucha por su independencia en 1810, es un día de fiesta nacional donde se recuerda a los personajes que iniciaron la historia de un país libre y soberano.
Hace tres años, precisamente un 16 de septiembre, después de los festejos patrios, a Luis Carlos Santiago Orozco le arrebataron la vida con varios disparos, uno de ellos en la cabeza.
Luis Carlos era fotógrafo de El Diario de Juárez, uno de los principales periódicos en el estado de Chihuahua, tenía 21 años de edad, y tan sólo dos semanas de haber iniciado su aventura en el periodismo como becario en este medio.
El joven fotógrafo fue asesinado cuando abordaba el vehículo en el que se transportaba, y que estaba estacionado en un centro comercial cercano al periódico. Desde que sucedió el homicidio, el mismo medio de comunicación ha estado al pendiente del desarrollo de la investigación, misma que al llegar a su tercer año de iniciada tiene el mismo resultado, nada.
México se ha convertido en uno de los países más peligrosos para ejercer un periodismo libre, sin censura, ni violencia.
Como la historia de Luis Carlos hay muchas más, vidas que han sido opacadas y periodistas callados a través de las balas y el miedo. No por nada, México se ha convertido en uno de los países más peligrosos para ejercer un periodismo libre, sin censura, ni violencia; y donde ha quedado en evidencia la ineficiencia del gobierno para hacer justicia y brindar garantías a quienes día a día salen a trabajar sin tener la certeza de que van a regresar a casa.
Según información periodística y de diferentes ONGs, en el mismo año en que Luis fue asesinado, el 2010, uno de los más violentos en la historia del país, fueron asesinados más de diez periodistas. La preocupación recae en que a pesar de la alternancia política que ha vivido el país, la situación no ha mejorado, al contrario, se ha agudizado más.
Cierta “libertad” de la que gozan hoy los medios de comunicación parecía ser imposible antes del año 2000, es decir cuando el PRI gobernaba. La llegada del PAN a la presidencia, permitió mayor acceso y oportunidad a los medios, pero paradójicamente también dejó más agresiones y muertes. La organización Artículo 19, defensora de la libertad de expresión, reveló que del 2000 al 2012, (periodo gobernado por el PAN) fueron asesinados 70 periodistas.
Algunas de las cosas que ha traído el regreso del PRI al poder, es el sentido reformista en el que ha entrado el país, y el ocultamiento de información de hechos violentos y asesinatos, sin duda, todo lo anterior ha generado que los medios también cambien sus formas de hacer periodismo.
Los temas relacionados con la violencia y al narcotráfico han disminuido considerablemente en las agendas de muchos medios, aunque esto no quiere decir que la violencia haya desparecido o que las agresiones a medios y periodistas no se estén dando. De hecho, han persistido.
A inicios de este año, el periódico Mural en Guadalajara fue atacado con explosivos, a este evento se agregaron otros atentados más, al periódico Zócalo, al siglo de Torreón, al mismo Diario de Juárez, y al canal de televisión 44, de Ciudad Juárez.
El miedo no puede, ni debe ser el motor que genere los cambios que el país necesita.
Aunque con frecuencia los ataques han sido ligados al crimen organizado, la misma organización Artículo 19, ha expresado su preocupación por la participación del gobierno en algunas agresiones.
Entre las agresiones a medios y periodistas, la presión del gobierno y los compromisos políticos de algunos medios, la información que estamos recibiendo carece de crítica, análisis profundo y reflexión, y eso es sumamente preocupante.
La realidad en el país es que muchos medios locales se encuentran acorralados por el miedo; algunos simplemente han dejado de cubrir la fuente policiaca o del narcotráfico; mientras que otros han optado por convertirse en transmisores de boletines oficiales que surgen de las oficinas de prensa del gobierno, y eso nos sirve muy poco, por no decir que no sirve de nada.
Lo que está sucediendo no es cosa menor, a través de los medios estamos adquiriendo sólo una parte de lo que sucede, y si es verdad que México va a entrar a una transformación, es necesario que la ciudadanía tenga todas las perspectivas y la mayor información posible.
El miedo no puede, ni debe ser el motor que genere los cambios que el país necesita; y lo que estamos encontrando en muchos medios es miedo y censura.
Carecer de medios que informen sin censura, es negarnos la posibilidad de ser ciudadanos más críticos y analíticos. Es por eso que el libre ejercicio del periodismo nos debe interesar y preocupar a todos.
Por otro lado, es importante que el Estado asuma el rol que le corresponde y brinde las condiciones para que todos los periodistas puedan realizar su trabajo sin condiciones de presión ni hostigamiento, sin importar si éstos están o no, de acuerdo con las acciones que el gobierno va emprendiendo.Porque me imagino que lo que movió a Luis Carlos Santiago, Armando Rodríguez, Regina Martínez, por mencionar algunos periodistas que han sido asesinados, fue su deseo de dar a conocer la verdad.
Aunque el dolor persiste y la impunidad parece que prevalece encima de todo, lo que los periodistas caídos nos han enseñado es que, no tener medios de comunicación libres es caminar a ciegas, es atentar contra la democracia, la justicia y la libertad, esa que tanto celebramos cada 16 de septiembre.
La realidad reclamó su lugar en Ciudad Juárez, la masacre en el poblado de ¨Loma Blanca¨ dejó en evidencia que las cosas no han cambiado mucho y que hay regiones en el país que se encuentran prácticamente en el olvido.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Una de las fechas que quedó marcada en la memoria de Juárez, es sin duda el 31 de enero de 2010. Aquel día, sucedió uno de los hechos más violentos e impactantes de los que se tenga memoria en la Ciudad. En “Villas de Salvarcar”, una colonia ubicada al poniente de la Ciudad, un grupo de sicarios asesinó a 15 jóvenes, entre ellos estudiantes de diferentes preparatorias y universidades de la localidad, mientras se divertían en una fiesta en un domicilio particular.
Aquel trágico día representaría ser sólo el principio del año más violento en la historia de la Ciudad, mismo que se llevó consigo a más de 3,000 vidas. Este hecho despertó la indignación de la sociedad, en especial de los jóvenes, que veían con tristeza cómo sus espacios ya no eran lugares seguros.
Ciudad Juárez se convirtió en el foco de atención a nivel nacional e internacional. Los hechos violentos pusieron al descubierto que, además de la lucha de diferentes grupos del crimen organizado por establecerse en la ciudad, el problema era aún más profundo, un modelo económico descuidado, falta de empleos dignos y bien remunerados, nula creación de espacios educativos, culturales, deportivos y artísticos, entre otras cosas, signos claros de la deterioración del tejido social.
Aunque es cierto que los hechos violentos han disminuido considerablemente, me refiero particularmente a las ejecuciones, siguen presentándose situaciones que atentan directamente contra la sociedad: los asaltos y las extorsiones, por ejemplo.
Hace apenas unos días, en la antesala del fin del periodo del presidente municipal en turno, Héctor Murguía, (quien ha dicho una y otra vez que Ciudad Juárez ya es una ciudad segura) el fantasma de “Villas de Salvarcar” apareció para decir lo contrario: una cosa es que la violencia (en cualquiera de sus formas) no se deje ver, y otra muy distinta es que ya no exista.
El pasado 22 de septiembre, diez personas fueron asesinadas en el poblado de Loma Blanca, a las orillas de Ciudad Juárez. Hombres armados que se identificaron como parte del grupo delictivo “La línea”, dispararon contra un grupo de personas que se encontraban celebrando el triunfo que habían obtenido en una liga local de béisbol.
Las victimas de la matanza fueron siete hombres, dos mujeres y una niña de seis años. El hecho es totalmente desgarrador, escenas que no puedes imaginar y que aparecen como si nada; así pasa aquí, cuando piensas que lo has visto todo llega otra cosa que lo supera, más cruel, más impactante y más inhumano.
Los integrantes del equipo de béisbol y quienes los acompañaban a este importante festejo, porque quienes practican algún deporte, saben que no miento cuando digo que ganar en algún deporte es reflejo de entrega, compromiso y disciplina, de ahí su importancia. Los Cardenales, como se hacían llamar en el torneo local de béisbol, sintieron ese placer de la victoria, pero alguien decidió que ésa sería su última carrera, que el festejo sería breve y debía terminar con la muerte.
A un costado del trofeo, colocado sobre una mesa y que los ratificaba como los mejores del campeonato, quedaron los cuerpos de los jugadores que aún llevaban puestos sus uniformes, quedaron tirados, sin vida, destrozados.
Un día después de la masacre, en algunos poblados cercanos a Loma Blanca, aparecieron mensajes en bardas y mantas, en los que “gente de Gavino Salas” responsabiliza al grupo delictivo “La Línea” del asesinato. Decía uno de los mensajes: “La guerra es entre nosotros no con inocentes, nosotros no matamos niños ni señoras”.
La masacre en Loma Blanca ha puesto al descubierto que la guerra de la que hablan los grupos delictivos que se encuentran en la ciudad está viva; así como también ha permitido ver el abandono en el que se encuentran algunas zonas de la ciudad e incluso del país. Porque en el Valle de Juárez se siguen cometiendo muchas injusticias, porque las disputas del narco se mantienen, los retenes del crimen organizado continúan y el miedo avanza.
Lo que pasó en Ciudad Juárez es que “sacamos” al crimen del centro, de la ciudad, y éste se fue, al menos eso pensaron nuestros gobernantes y eso nos quisieron hacer ver, pero la verdad es que el crimen encontró una nueva morada en los márgenes, a las orillas, que por cierto, a pesar de la oscuridad en la que viven, también son ciudad.
El 23 de septiembre, Ciudad Juárez despertó con la noticia de que después de más de tres años, volvió a ser de nuevo el centro de atención de medios nacionales e internacionales: “Masacre en Loma Blanca”.Ni Villas de Salvarcar, ni Loma Blanca deben quedar impunes, no pueden ser dos historias en las que el motivo del crimen coincida. Después de lo que la ciudad ha vivido no es justo decir que los asesinos se equivocaron o confundieron, que era un pleito entre pandillas, que era una venganza o que simplemente las víctimas estaban en el lugar equivocado. La justicia tiene que ver y estar más allá de eso, no podemos seguir caminando y justificar la muerte y la violencia, debemos dejar de ser la ciudad equivocada.
Como ya es una costumbre, muchos de los titulares de los medios, de forma simplista, sin conocimiento y con muy poca sensibilidad, se concretaron a decir: "Resurge la violencia en Juárez", a ellos habrá que decirles que no, que ellos sí están totalmente equivocados, que de acá la violencia nunca se fue, nunca.