viernes, 8 de noviembre de 2013

“A los policías uno les tiene más miedo que a los sicarios”

Aunque muchos insisten en negarlo, en México hay una persecución, criminalización y estigmatización hacia los jóvenes y parece que el único argumento es el sólo hecho de ser jóvenes.
Por: Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Los jóvenes están siendo testigos y protagonistas de la represión y el uso excesivo de la fuerza pública, así se ha visto en las recientes marchas y manifestaciones, pero también están siendo objeto de detenciones arbitrarias por parte de la policía, que sin tener un argumento válido, los detienen y cuestionan.
Ya no sólo se trata del histórico enjuiciamiento por parte de la sociedad que parece estar enojada con sus jóvenes, ahora hay una relación que se ha fracturado y a la cual pocos prestan atención. Los cuerpos policiales están viendo en los jóvenes a sujetos peligrosos, mientras que los jóvenes simplemente no creen que la policía esté para protegerlos, al contrario, la ven como un enemigo.
Si una institución ha sido cuestionada en México esa es la policía, ya sea por su poca preparación o por su involucración en hechos de corrupción y su complicidad con el crimen.
Según datos de la Primera Encuesta Iberoamericana de Juventudes, los jóvenes mexicanos son los que menos confianza tienen en sus instituciones, como la policía, los políticos, la justicia, los medios de comunicación y el gobierno.
Ya desde el 2005 esta situación se vislumbraba. En la Encuesta Nacional de Juventud el desinterés en la política y desconfianza en las instituciones ya era una realidad. En aquel entonces, la policía obtuvo una calificación de 5.9, en una escala del 1 al 10, seguida por la Cámara de Diputados (6.0), los partidos políticos (6.1) y el presidente (6.8).  
Esta desconfianza y fractura ha quedado reflejada en las recientes movilizaciones sociales, donde ha reinado el uso de la fuerza pública y el abuso de la autoridad hacia los manifestantes, que en la mayoría de los casos son jóvenes.
Aunque no es un fenómeno nuevo, hace algunos días se presentaron dos incidentes que van más allá de la persecución y criminalización de los jóvenes..
En Zapopan, Jalisco, Érick Fernando Chávez Trejo, de 21 años, fue asesinado por un policía. La madrugada del 2 de noviembre Érick maneja su camioneta, cuando un grupo de policías le pidieron que se detuviera para realizarle una revisión de rutina.
Aunque es una práctica inconstitucional que ha generado un enorme rechazo social, desde hace tiempo en México se han instalado retenes policiales para detener a posibles sospechosos. Esto fue lo que le pasó a Érick.
Durante la detención “de rutina”, Érick bajó de la camioneta, uno de los policías lo agarró por detrás, le pegó con la pistola en la espalda y al hacerlo el arma se disparó, la bala se fue justo a la cabeza de Érick.
En Huehuetoca, un grupo de jóvenes regresaba de un baile y en la calle se enfrentaron con otros jóvenes. El escándalo alertó a la policía municipal. Uno de los policías disparó su arma y terminó con la vida de Cristian Daniel Santillán Martínez, de 13 años. El asesinato despertó la indignación de los pobladores que se reunieron frente al edificio de la presidencia municipal y lo incendiaron como muestra de repudio.
Estos incidentes vienen a demostrar que las detenciones se hacen según la apariencia y el modo de vestir de las personas, e incluso, en algunos casos, por la zona geográfica donde se encuentren.
Alguien podría pensar que estos casos pudieron haber sido accidentales, pero se supone que si los policías llevan armas es para actuar en los casos estrictamente necesarios, o porque alguien está en peligro.
No señores policías, no señores gobernadores, no son a estos jóvenes a los que les tienen que demostrar que ustedes son quienes hacen valer la ley y velan por la seguridad de la ciudadanía. Si no son capaces de entender eso se equivocaron de vocación. Un servidor público no puede exponer así la vida de las personas por las que trabaja.¿Qué peligro representaban Érick y Cristian? En ninguno de los casos veo la necesidad de la policía de sacar las armas, no creo que en una revisión de rutina sea necesario hacerla con el arma desenfundada y lista para disparar. Tampoco creo que las soluciones de conflictos se den bajo amenaza de muerte.
Me aferro a pensar que estos dos hechos no pasarán como eventos aislados y sin resonancia. Las palabras del padre de Érick son contundentes: “A los policías uno le tiene más miedo que a los sicarios”.



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