jueves, 10 de abril de 2014

La invención de culpables: Sentenciar, luego investigar

En México, hay personas que están pagando por un delito que no cometieron. Víctimas de la impunidad, la injusticia y la corrupción, pasan los mejores años de su vida en una prisión, lejos de su familia, con los sueños truncados y la esperanza hecha pedazos. 

Por Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz

Quizá una de las secuelas más dolorosas de la ola de violencia que el país ha vivido en los últimos años es la construcción de presuntos culpables. Aunque existen ya casos que han empezado a visibilizarse, no cuentan con la suficiente atención ni de las autoridades, ni de la misma sociedad.
El pánico de la guerra nos convirtió en una sociedad desconfiada y sumamente temerosa, ansiosa de limpiar las ciudades de criminales, y a la expectativa constante de las capturas y detenciones de quienes habían puesto al país de cabeza.
Durante la famosa Guerra contra el Narcotráfico, se disparó de manera alarmante el índice  de asesinatos, venta de drogas y creció el número de secuestros y extorsiones, prácticamente veíamos en cada noticiero nuevas detenciones.
Por desgracia, es bien sabido que una práctica común por parte de las autoridades es primero detener y luego investigar, debido a que se ha creado la idea de que la detención es sinónimo de resultados, y eso le da tranquilidad y seguridad a la sociedad, aunque en algunas ocasiones se atropellen los derechos de otros.
Tal vez uno de los casos más nombrados es el del profesor chiapaneco Alberto Patishtán Gómez, quien fue sentenciado a sesenta años de prisión por participar supuestamente en el asesinato de siete policías estatales. Debido a un proceso lleno de irregularidades, el profesor tuvo que pasar 13 años en prisión por un crimen que no cometió.
Como la historia de Patishtán hay muchas más, mujeres y hombres que han tenido que pasar por detenciones injustas y arbitrarias, violaciones de sus derechos, y un sinfín de irregularidades en sus procesos judiciales. Ejemplos hay muchos: Jorge Mario González García, Antonio Zúñiga, y Angelina María Méndez Vázquez.
En uno de los numerosos capítulos de la injusticia mexicana y la invención de culpables, aparece la desgracia de Angelina. Licenciada en Ciencias de la Comunicación y madre de familia, fue detenida hace dos años arbitrariamente para luego ser encarcelada por un delito que no cometió.  
Angelina fue acusada de mantener supuestos vínculos con el crimen organizado y tenencia ilícita de armas.  En una redada llevada a cabo el 18 de abril del 2012, la policía detuvo a Angelina y a 17 personas más, entre ellas, su padre, quien también tuvo que pasar casi dos años en prisión.
Aquel día, Angelina y su padre se encontraban en una propiedad que habían rentado con anterioridad, realizaban algunos trabajos en la vivienda junto con dos personas más. Ahí, llegó un grupo de policías municipales. Los agentes no dieron explicaciones entraron sin ninguna autorización en la vivienda y se los llevaron detenidos.
Angelina, su padre y sus acompañantes, fueron presentados ante los medios de comunicación junto con otro grupo de personas que habían sido capturadas en operativos similares realizados ese mismo día en la ciudad. Bajo la lógica del espectáculo mediático para presentar criminales, los supuestos responsables fueron fotografiados junto a las armas y drogas decomisadas.
Ni la falta de pruebas por parte de las autoridades, ni los testimonios obtenidos a favor de los acusados, ni las manifestaciones sociales en contra de su detención, pudieron evitar que Angelina y su padre fueran a la cárcel.
Hace algunos días, ambos fueron puestos en libertad, un juez los exoneró de toda responsabilidad y dictó sentencia absolutoria. Después de casi dos años marcados por la injusticia pudieron encontrarse de nuevo con sus familiares y amigos.
Estar en prisión debe ser una de las peores experiencias para cualquier persona, pero seguramente es más doloroso estar ahí sin ningún motivo que lo justifique, presos por el error, la corrupción, la incapacidad y la insensibilidad de otros. 
Los días de Angelina en prisión dejan al descubierto que cualquier ciudadano puede ser acusado, detenido, y hasta sentenciado por un delito que jamás cometió, incluso sin tener pruebas.
También evidencian que aún no se ha puesto fin a este tipo de injusticias, que no son casualidades ni casos aislados, sino que son reflejo de un sistema de justicia que, de manera irresponsable, primero encarcela y luego investiga.
Angelina ha vivido una de las peores injusticias: ver mancillada su dignidad y violados sus derechos con el solo fin de aparentar que la Justicia funciona. Mientras ella tendrá que empezar de nuevo,  el sistema judicial, con la mano en la cintura dice: Nos equivocamos.

“La prisión acaba, la prisión de hierro, pero continúa la prisión del sueño”.
-Silvio Rodríguez

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