viernes, 14 de febrero de 2014

Armas bajo la almohada: Las otras autodefensas

La prolongada y devastadora crisis de inseguridad y violencia que se vive en México ha generado que algunos sectores de la sociedad tomen las armas para defenderse de los criminales y que, otros tantos, justifiquen esta medida.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz

El nacimiento de las autodefensas en algunos estados del país no sólo representa el hartazgo y la ausencia de las autoridades en muchas regiones, también deja entrever que la violencia se ha convertido en el único camino para resolver conflictos.
La realidad reclama su lugar siempre. Poco pudo lograr el gobierno escondiendo una situación que era más que evidente: las cosas no han cambiado nada. Las redes del narcotráfico siguen envolviendo y marcando el ritmo del país, mientras que las estrategias por parte del gobierno para afrontarlo se reducen a discursos.
La situación que vive Michoacán representa el México que muchos se niegan a reconocer, donde, independientemente de la presencia de las fuerzas armadas y las altas inversiones económicas en armamento y equipo de inteligencia, la violencia no se detiene. Todos los días mueren personas y el temor prevalece.
Lo que vimos en años pasados fue una lucha incesante entre el gobierno y algunos grupos del crimen organizado, teniendo en medio del conflicto a una sociedad en pánico y sin capacidad de respuesta.
Hoy la situación es distinta y, aunque los llamados grupos de autodefensa existen desde hace tiempo, la relevancia que sus posturas y acciones han tomado de manera reciente deben ser motivo de una reflexión más profunda.
El hecho de que los ciudadanos estén tomando las armas no es una realidad exclusiva de Michoacán o Guerrero. De hecho, ya en varios estados del país se ha detectado la presencia y organización de este tipo de grupos.
El acoso, el asalto, el robo, la extorsión y el secuestro han provocado que miles de ciudadanos decidan tener un arma de fuego en casa, propiedad o negocio, con la intención de tener algo con que defenderse y, así, sentirse más seguros.
Mucho se ha hablado de los grupos de autodefensa recientemente, desde los que están en su contra y hasta los que justifican sus acciones, pero es importante considerar que esta situación también puede representar síntomas de problemas más graves, dolorosos y profundos.
Ante el ambiente de violencia, inseguridad e impunidad que agónicamente crece o se transforma en México, nos estamos acostumbrando a la violencia como vía para solucionar conflictos o situaciones, justificando el uso excesivo de la fuerza e incluso la muerte contra aquellos que creemos la merecen.
Hoy, es común que ciudadanos cansados del acoso, hostigamiento y abuso por parte de los criminales decidan hacer valer la justicia por sus propias manos y, aunque se ha convertido en tema recurrente, incluso por los medios de comunicación, lo hemos dejado pasar pensando que se resolverá por sí solo.
En los últimos años es frecuente encontrarse con situaciones donde pobladores han linchado, quemado, golpeado e incluso asesinado a ladrones, secuestradores y extorsionadores. Hechos inequívocos de la palpable ausencia por parte del Estado, de la poderosa y multiplicadora red criminal y del cansancio de millones de ciudadanos.
Ésas son las otras autodefensas, las que no están organizadas y que en muchas ocasiones no tienen armas. Las mueve el hartazgo, el coraje y la desesperación de verse solos y amenazados.  Ésas son las otras realidades: armarse hasta los dientes con palos, piedras y fuego, apostando todo a tomarse la justicia por cuenta propia.
Además de estos casos, desde hace tiempo se ha incrementado el número de civiles que cuentan con un arma de fuego en su poder, ya sea de manera legal o ilegal. Asimismo, también han aumentado los empresarios, políticos y sus respectivas familias, que todos los días salen de su casa con un arma de fuego en su vehículo o con guardias que las portan.
El problema es mayúsculo, hoy hemos puesto atención en lo que pasa en Michoacán, pero en muchas otras regiones del país está pasando exactamente lo mismo, sólo que con manifestaciones distintas. El miedo se ha convertido en un catalizador de más violencia.
Aparte del urgente trabajo que se tiene que hacer en Michoacán, el gran desafío del gobierno es lograr acercarse a donde están surgiendo grupos de esta naturaleza o donde los ciudadanos viven con el miedo de perder todo lo que tienen y deciden defenderse con lo que pueden.
Negocios prácticamente blindados para evitar ser asaltados; colonias que han sido amuralladas por los propios residentes; y dueños de pequeñas empresas que simplemente no pueden poner un pie en su establecimiento por el miedo de ser secuestrados o extorsionados. Ésas son las otras formas de defenderse.
La justicia por cuenta propia y las armas bajo la almohada, guardadas en un cajón, en el armario o bajo el mostrador de algún negocio, hoy en día, representan que el Estado no está cumpliendo con una responsabilidad primaria: garantizar la seguridad de todos sus ciudadanos.

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