viernes, 7 de febrero de 2014

Aquí vamos otra vez: El fracaso de los planes antisecuestro

El secuestro se ha convertido en uno de los delitos más graves en México, en los últimos años los casos se han incrementado de manera alarmante, y desgraciadamente, lejos de vislumbrarse una solución real, lo que históricamente ha existido sólo son analgésicos para calmar tanto dolor.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Muchos podrían pensar que las principales víctimas de secuestro son grandes empresarios, funcionarios públicos o personas con grandes ingresos económicos, pero la realidad es otra. Los últimos años hemos sido testigos de que el más afectado por este delito es el ciudadano común, los comerciantes, dueños de pequeñas empresas y profesionales.
Después de la prolongada crisis de inseguridad y violencia que México viene padeciendo, quedó al descubierto que el secuestro ya no es un delito que trastoque sólo a las clases altas y que se dé en forma aislada. Hoy, es una violación a la libertad que crece como negocio, se mueve rápido y afecta a miles.
La diferencia del secuestro con las otras formas de sufrir la violencia, es la huella que deja en aquellos que la viven directa o indirectamente ya que en el hecho, no sólo está relacionada la víctima, un ataque de esta naturaleza deja secuelas en familiares y amigos.
El año pasado, el INEGI hizo públicos los resultados obtenidos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe 2013). Según la encuesta, durante el 2012 se realizaron 105.682 secuestros en México.
Quizá los resultados obtenidos por dicha encuesta puedan parecer escandalosos y lejos de la realidad, pero lo que es un hecho es que el número de secuestros ha aumentado de manera considerable en los últimos años, particularmente en la última década.
Según cifras de asociaciones como “Alto al Secuestro”, los números de plagios van a la alza, del 1 de diciembre de 2012 al 31 de diciembre de 2013, se registraron un total de 2.754 casos.
Hace algunos días, el gobierno federal anunció un nuevo plan para disminuir el secuestro, denominado: “Estrategia Nacional Antisecuestro”, la cual se sintetiza en un decálogo de acciones que tienen como principal eje la capacitación y fortalecimiento de las unidades de inteligencia que luchan contra este crimen.
El problema es tan delicado que, este nuevo plan se convierte en el cuarto consecutivo implementado desde el gobierno federal, es decir, desde 1994 cada presidente de la República ha efectuado una estrategia de este tipo.
Está por demás decir que el hecho de que los planes antisecuestros se replanteen cada seis años, es reflejo del rotundo fracaso del proyecto anterior. En México, en lo relacionado a secuestros, estamos igual o peor que hace 20 años.
No es malo que el gobierno se preocupe y busque atender uno de los males que más aqueja a los mexicanos, porque finalmente el secuestro es sólo una de las aristas del clima de inseguridad e impunidad que sigue prevaleciendo en muchas regiones del país.
Lo que sí es preocupante es que se piense que este delito no tiene relación con otros que se siguen cometiendo día a día, por ejemplo: las extorsiones y secuestros express, que en muchas ocasiones se realizan desde los centros penitenciarios, es decir, ante la complacencia de las mismas autoridades.
Ojalá que en este otro plan, se consideren todas las fallas de las estrategias anteriores, asomarse a la memoria y a la historia siempre ayuda, porque si éstos no funcionaron es porque en cada plan hubo ausencias fundamentales que imposibilitaron la ejecución del mismo.
De esas grandes ausencias y fallas, creo que una de las más notorias, es que la ciudadanía no confía en las autoridades, el hecho de que las víctimas de secuestro, robo, y/o extorsión decidan no denunciar, es un claro síntoma de que la sociedad se siente más vulnerable e insegura al hacerlo que al quedarse callada.
Es indispensable que el plan no se quede sólo en un decálogo de buenas intenciones, la parte operativa de dicho proyecto debe tener como prioridad la voluntad de ayudar y servir.  En muchos de los casos, las horas más difíciles de los familiares de las víctimas se encuentran ante la inoperancia e indiferencia de las autoridades, razón por la cual, muchos deciden ser ellos mismos quienes negocien con los plagiarios.
Otra cosa que me parece muy importante es que el hecho de empezar con un nuevo plan no debe dejar en el olvido a quienes se fueron víctimas de secuestro, y de los cuales, muchos ni siquiera fueron buscados.
El reciente plan da una nueva oportunidad para que el gobierno entienda y recapacite, no se trata sólo de invertir millones y millones de pesos en seguridad, ante la escalada del secuestro y los fracasos anteriores, está claro que hay cosas que el dinero no puede adquirir: La tranquilidad para los ciudadanos, el consuelo para las víctimas y la voluntad de los servidores públicos.
Aquí vamos otra vez, a empezar de nuevo, a romper el estigma del fracaso de un México que se resiste a ser secuestrado.

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