viernes, 14 de marzo de 2014

Lo que el alcohol nos robó: Responsabilidad y Conciencia Social.

Recientemente se ha hablado mucho sobre la legalización de las drogas, particularmente la mariguana, esto ha provocado gran controversia y polémica. Y aunque es un tema que debe ser abordado con urgencia, es un hecho que en México, no hemos demostrado estar listos siquiera para afrontar las consecuencias directas y/o indirectas del uso (y abuso) de sustancias legales, como el alcohol. 

Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz

A muchos les puede sonar a “cliché” o a condena social, pero si hay una sustancia que se ha convertido altamente adictiva y mortal, ya sea porque se encuentra al alcance de las mayorías o por la misma aprobación que tiene socialmente, es el alcohol en sus diferentes presentaciones.

Según la Encuesta Nacional de Adicciones, del 2008 al 2011, el consumo de alcohol se incrementó en un 10% a nivel nacional. Los datos arrojados por esta encuesta permiten visibilizar que el consumo de esta sustancia es el principal problema de adicción en nuestro país.

Además de este incremento, en los últimos años, el inicio de consumo de alcohol también descendió tanto en hombres como en mujeres, lo que significa que cada vez son más jóvenes aquellos que ingieren alcohol por primera vez. El promedio de edad de los varones es 16.62 años, mientras que en las mujeres es de 19 años.

Según la última Encuesta Nacional de Juventud, el consumo de alcohol entre los jóvenes se incrementó; y en la mayoría de los casos, debido a lo fácil de adquirir y a su bajo costo, éstos empiezan a ingerir bebidas alcohólicas antes de lo permitido por la ley, a pesar de las medidas existentes para evitarlo.

En México, la adicción al alcohol ha traído consigo un aumento considerable de males directos e indirectos, de los primeros, podemos destacar todos los padecimientos y enfermedades, mismos que en ocasiones conducen a la muerte; de los indirectos, los cuales podríamos catalogar como los daños colaterales del consumo, destacan los decesos a consecuencia de los accidentes viales.

Cada vez son más los casos donde la combinación del alcohol y el volante terminan por ser una mezcla mortal. Según CENAPRA, cada año mueren 24,000 personas en accidentes automovilísticos, y de ellos, el 60% son a causa del alcohol. No por nada los accidentes de tráfico se han convertido en una de las principales causas de muerte en el país.

Aunque los datos suenan aterradores, la realidad es que cada fin de semana este tipo de “accidentes” se siguen presentando sin dar señales de pronta disminución o mejora. Prevalecen los choques, los atropellos, las detenciones por manejar en estado de ebriedad, y demás incidentes; desgraciadamente, muchos de ellos teniendo a los jóvenes como protagonistas.

El ingerir alcohol ha dejado de ser una actividad exclusiva de los adultos, de hecho los jóvenes han construido nuevas formas y usos del alcohol: Inician a temprana edad; existen más mujeres como consumidoras; el alcohol guarda una relación estrecha con la diversión y el ocio;  y se combinan varias bebidas como sinónimo de exploración.

El consumo excesivo del alcohol ha terminado por ser visto sólo como un problema de salud pública, pero existen otros factores que se han convertido en enormes riesgos individuales y sociales: conductas violentas y/o agresivas, problemas familiares, actos delictivos, y la irresponsabilidad de conducir un automóvil en estado de ebriedad.

Aunque se han invertido millones de pesos en campañas de concientización para evitar que automovilistas conduzcan alcoholizados, es un hecho que éstas, han tenido muy pobres resultados, y no se trata de que estén bien o mal elaboradas o dirigidas, sino que socialmente hemos sido permisivos con el abuso del alcohol.

En muchas ocasiones, los mismos establecimientos que difunden este tipo de campañas, llámense bares, antros, restaurantes o licorerías, son los mismos que permiten que jóvenes menores de edad puedan adquirir o consumir bebidas alcohólicas sin ninguna objeción, esto, bajo la complacencia de las autoridades y de la misma sociedad.   

Programas gubernamentales como el “alcoholímetro”, tampoco han sido suficientes, aunque ciertamente hay personas que reconsideran conducir después de haber bebido, lo hacen movidos por el miedo a ser detenidos o por lo costosa que puede resultar la multa, pero desgraciadamente, no es por una cuestión de responsabilidad.

Otro elemento a considerar, es que en ocasiones, este tipo de “retenes viales” que buscan evitar que conductores ebrios expongan su vida y la de los demás, terminan por verse corrompidos por las mismas autoridades viales; y en otros casos, son suspendidos por fuertes intereses comerciales, ya que este tipo de actividades preventivas son vistas como un atentado en contra de los establecimientos nocturnos.

No se trata de ver el consumo del alcohol sólo desde la persecución y la prevención de accidentes, también es motivo de preocupación los usos y abusos que se están dando desde edades muy tempranas. Tanto nos debe alarmar un accidente como la vida de quien lo provoca.

Como sociedad, nos hemos relajado ante un problema silencioso, doloroso y con muchísimas aristas, los debates planteados en torno a las drogas ilícitas, han borrado del mapa la reflexión social sobre lo que el consumo del alcohol va dejando a su paso, desde la adicción hasta el consumo irresponsable.

No es una cuestión idealista, ni una exageración, tanto las consecuencias directas como las indirectas del consumo del alcohol, nos están arrebatando a miles de niños y jóvenes, desde los que beben a temprana edad y nadie les presta atención, hasta los que pierden su vida por conducir en estado de ebriedad o son embestidos por otro conductor en estas circunstancias.

Tanto mata el alcoholismo, como su uso irresponsable y la falta de conciencia social. Ésta última, nos pertenece a todos.


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