Sin duda, los jóvenes mexicanos se han convertido en el sector más golpeado por el desempleo y la falta de oportunidades. Los índices de desocupación se han incrementado considerablemente en los últimos años, factores como la inexperiencia e incluso encontrarse sobrecalificados para algún puesto, han dejado a muchos jóvenes a la deriva y en el terreno de lo incierto.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Cada inicio de año trae consigo nuevos retos, ilusiones y esperanzas. Es el momento donde se trazan las expectativas y las metas que habrán de cumplirse durante los siguientes 365 días. También es el momento donde muchos deciden iniciar o continuar en la búsqueda de algún empleo, a sabiendas de que el camino para conseguirlo seguramente será escabroso y complicado, y que como ellos, habrá miles intentando lo mismo.
También, este inicio de año se cumple el vigésimo aniversario de haber dado inicio el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un tratado que se trazó con miras muy altas, pero que al pasar de los años, se ha convertido en una enorme decepción para la gran mayoría de los mexicanos.
Y es que lejos de promover el tan ansiado desarrollo, el TLCAN, ha traído más retrocesos que avances significativos, tanto para el país como para la sociedad en general. Simplemente México no avanzó, o no lo hizo al ritmo de los otros integrantes del tratado.
Dicho tratado ha quedado muy lejos de cumplir con las promesas establecidas. Ni el comercio, ni las inversiones extranjeras, ni mucho menos las industria nacional (que terminó siendo de las más afectadas) fueron capaces de ofrecer mejores empleos a los mexicanos.
Después de 20 años, no hay mejores salarios, el desempleo creció alarmantemente, y la migración de mexicanos hacia los Estados Unido siguió sin disminuir como llegó a pensarse.
Cuando el TLCAN se firmó, estaban naciendo los jóvenes que hoy están a medio camino de una carrera profesional, mientras que otros más veían a través de sus padres un camino que prometía mayores oportunidades, pero no fue así.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el mundo hay aproximadamente 200 millones de desempleados, y de éstos, más de 70 millones son jóvenes, casi la mitad.
En México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informa que los jóvenes representan las tasas de desocupación más altas, 9.2%, lo que equivale a 975.177 desempleados.
Y si los datos son duros, la realidad es aún más desalentadora. Aunque hay un sector que cuenta con buenas condiciones laborales, no se compara con aquellos que simplemente no consiguen trabajo o que lo hacen desde la informalidad, es decir, donde la precariedad y las malas condiciones son las principales características del empleo.
A comparación de hace 20 años, quizá los jóvenes tengan mayor acceso a la educación, pero hay menos empleos; tienen más acceso a fuentes de información y conocimiento, pero eso no ha sido suficiente para que logren empoderarse y eso se vea reflejado en mejores condiciones laborales.
Una historia que muestra lo complicado que puede resultar adquirir un buen trabajo es la de Carmen, una joven talentosa con una destacada carrera universitaria.
Hace algunos años, Carmen renunció a su empleo en una compañía de telefonía celular. Aunque era bien remunerado, la presión excesiva por parte de la empresa por incrementar sus ventas, cosa que no estaba establecida en el perfil de su contrato, terminó por afectar su salud.
Fue ahí donde decidió hacer un alto, darle prioridad a la salud, cerrar ese ciclo y “jugársela”. Según el mismo testimonio de Carmen, desde ese día, conseguir un empleo en buenas condiciones se ha convertido en un “calvario”.
Carmen ha pasado ya por varias entrevistas, también ha enviado su currículo a diferentes empresas y compañías de diversas ramas, y nada. Las respuestas parecen ser las mismas, desde aquellos que no la contratan porque su sueldo anterior era alto en comparación con lo que ellos pueden ofrecerle, otros la consideran sobre calificada y también están los que no la contratan porque carece de experiencia.
“Desde hace dos años me ha tocado ser parte de la triste realidad en México. Escasez de empleo, los pocos que hay son además muy mal remunerados; falta de prestaciones, ya que la gran mayoría de los contratos son eventuales, de tres en tres meses para que no generes antigüedad. A fin de cuentas el afectado, sin importar la perspectiva, es el empleado”.
Aunque el Plan Nacional de Desarrollo asegura que México está experimentando la mejor etapa de su historia en cuanto a la disponibilidad de la fuerza laboral, no es algo que se ve reflejado en lo cotidiano.
Según el Plan:
“México es un país joven, alrededor de la mitad de la población se encontrará en edad de trabajar durante los próximos 20 años. Este bono demográfico constituye una oportunidad única de desarrollo para el país. La inversión en capital, por su lado, se encuentra en niveles comparables al de economías que han tenido un crecimiento económico elevado en años recientes (24% del PIB)”.
Ciertamente en los jóvenes está la mayor concentración demográfica de México. De 118 millones de mexicanos, más de 30 tienen entre 15 y 29 años. Pero desgraciadamente, de los jóvenes que trabajan, el 61.1% se encuentra en actividades informales, mientras el 38.9% está en puestos formales.
Como Carmen, los jóvenes mexicanos demandan y necesitan oportunidades reales de desarrollo, primordialmente en educación y empleo. Es importante dejar a un lado el pensamiento equívoco de que el desempleo impacta sólo aquellos que no han concluido sus estudios, de hecho, los principales afectados son los que han terminado una carrera profesional.
Si en verdad México quiere abrir las puertas al desarrollo, necesita voltear con urgencia y conceder prioridad a sus jóvenes. Si los veinte años del TLCAN nos sirvieron de muy poco, México no se puede permitir el lujo de seguir exiliando a miles de mexicanos que sienten que no caben en su país, y mucho menos, perder otros veinte años.
Mejores empleos, propósito de año nuevo desde hace veinte años.
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