Además de las repercusiones académicas y económicas como resultado de la deserción escolar, hay otras causas y consecuencias de índole social que representan una tragedia anticipada, no sólo en lo particular, también es un golpe para el desarrollo económico y social de México.
De manera reciente la Secretaría de Educación Pública, dio a conocer que, un millón 47 mil 718 niños y jóvenes dejaron de asistir a la escuela en el último periodo escolar. Lo que según la misma instancia, representa un costo de más de 34 mil millones de pesos.
Además de dejar en evidencia que la educación es una de las áreas con más carencias y necesidades, y el fuerte golpe económico que dicha situación representa, un punto medular a considerar sobre la deserción escolar son las consecuencias sociales que trae consigo el hecho de no seguir estudiando.
No se descubre el vapor cuando decimos que uno de los problemas que más afecta el desarrollo del país es precisamente la educación. Aunque se trata de un derecho para todos los mexicanos, desgraciadamente no todos tienen la oportunidad de asistir a la escuela.
Diferentes organismos, instituciones y académicos, han hecho ver que un gran porcentaje de niños que inician la educación básica no logran concluir una carrera profesional, e incluso ni el bachillerato, donde por cierto, se encuentra focalizado el mayor porcentaje de abandono escolar.
Al interrumpir sus estudios, miles de niños y jóvenes condenan su futuro. Si consideramos que las oportunidades para aquellos que logran concluir una carrera profesional son reducidas, aquellos que no pudieron terminar ni siquiera la primaria, están en plena desventaja.
Si bien es cierto que, el estudiar no garantiza conseguir un buen empleo, y que el hecho de no estudiar forzosamente lleve al fracaso, el abandono escolar tiene fuertes implicaciones y costos sociales. No sólo me refiero al impacto a niños o jóvenes, que aunque en definitiva son los más afectados, la sociedad en general paga un enorme precio por eso.
Apenas el año pasado se concretó la cuestionada Reforma Educativa, y aunque seguramente tendrán que pasar algunos años para empezar a ver resultados (buenos o malos), básicamente tiene como objetivo mejorar la calidad de la educación, particularmente desde el salón de clases.
Pero es aquí donde tenemos que hacer un alto, no todos los niños o jóvenes que dejan la escuela lo hacen por cuestiones académicas, es decir, no sólo se trata de que no puedan o no tengan las capacidades para aprender, o que el maestro no enseñe de la forma adecuada.
Cada espacio vacío en un salón de clases representa los otros rostros del México en rezago. Se convierten en sinónimo de pobreza, violencia y desigualdad. Todo ello se resume en oportunidades perdidas. Oportunidades que otros han sabido cómo utilizar.
Basta con hacer un recuento de los niños y jóvenes que se han convertido en victimas y/o victimarios de la violencia para saber quiénes son los que han aprovechado estas oportunidades perdidas. Desde el inicio de la llamada guerra contra el narcotráfico, se incrementaron los hechos en que menores de edad tenían relación con alguna organización criminal, ya sea como vendedores de droga, “halcones”, e incluso como sicarios.
Con frecuencia e insistencia, los medios de comunicación han condenado esta situación. Repiten reiteradamente que cada vez son más jóvenes aquellos que se dedican a delinquir, robar, asaltar o extorsionar; pero, ¿por qué no pensar que son precisamente esos mismos jóvenes que de niños no pudieron continuar con sus estudios? La diferencia es que eso no causó indignación, y por lo tanto, tampoco fue noticia.
México pasa por una crisis en materia de seguridad que se incrementa agónicamente, lo más delicado es que la solución parece todavía muy lejana. Por eso ante un panorama así, es necesario que se inviertan mayores esfuerzos en la prevención y la contención de males que terminan siendo estructurales.
Una de las salidas es la educación, aunque es cierto que se necesita una fuerte inversión en la capacitación y actualización de los maestros, además del mejoramiento en infraestructura de las escuelas, no se puede dejar de lado los factores que hacen (im) posible que un niño asista a la escuela.
No hay en el mundo un país que haya visto el desarrollo sin invertir en la educación de sus niños y jóvenes. El que ellos asistan o no a la escuela, queda más allá de un tema de responsabilidad familiar, en ello, seguramente va implícita la pobreza y la precariedad, padres que tienen la necesidad de enviar a sus hijos a trabajar, y que ante la escasez y muchas veces el hambre, los convierten en presas fáciles del olvido.
Es vital para México que los niños tengan en sus manos más libros y acceso al conocimiento, que esas sean sus armas para la vida, el mundo que les dejaremos seguramente será más complejo que el de hoy, y en definitiva, es mejor tener un salón de clases lleno, que una oportunidad cedida al crimen sin ninguna resistencia.
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