Cuando uno escucha hablar de Ciudad Juárez, inmediatamente vienen a la mente imágenes cargadas de mucho dolor y sufrimiento, un sinnúmero de historias que pasan de lo increíble a lo real en un momento. Pero, ¿Qué hay detrás de esta enigmática ciudad que a pesar de la desgracia, prevalece y se mantiene de pie?
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
En cualquier buscador de Internet en el que se escribe: Ciudad Juárez, los resultados que se obtienen regularmente son noticias poco agradables, desalentadoras e impactantes. Y no es para menos, Juárez ha sido una ciudad históricamente castigada por la injusticia y la violencia, pero en el desierto mexicano que divide Norteamérica de América Latina no todo es desgracia.
Juárez siempre ha sido una ciudad pujante, comenzó su historia como una misión, llamada la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte, y fue fundada por Fray García de San Francisco, el 8 de diciembre de 1659.
En 1683 se le cambió el nombre y se le llamó Presidio Paso del Norte. Fue en 1826, cuando el primer Congreso Constituyente del Estado de Chihuahua decretó que fuera elevada al rango de Villa, llamándola Paso del Norte. Y hasta el 24 de julio de 1888, el mismo congreso le cambió el nombre al de Ciudad Juárez en homenaje a Benito Juárez García.
De aquellos inicios como misión han pasado ya 354 años. Al paso del tiempo, Juárez ha crecido considerablemente, extendiéndose principalmente hacia el sur y sureste del territorio. La dinámica de la Ciudad permitió que muy pronto se construyeran miles de casas habitación, carreteras, calles, supermercados y centros comerciales, negocios, talleres, parques industriales y plantas maquiladoras.
Al consolidarse como una Ciudad, Juárez trazó su historia como uno de los polos de atracción más grandes en el país; su situación fronteriza le ha permitido, a través de su historia, generar miles de empleos, principalmente en la industria maquiladora y además, la oportunidad de “cruzar” a los Estados Unidos para buscar mejores oportunidades de desarrollo económico y profesional.
A finales de la década de los sesenta, la ciudad se encontró con lo que al paso del tiempo se convertiría en su principal motor de desarrollo, la maquiladora. El proyecto de la Industria Maquiladora de Exportación en México que tenía como objetivo ofrecer una fuente de empleo que elevara la calidad de vida de los fronterizos y evitar que éstos emigraran hacia el vecino país, se quedó en Juárez de manera permanente.
Es prácticamente imposible entender la vida de esta ciudad sin considerar a la maquiladora, y aunque para muchos es motivo de cuestionamientos, Juárez se ha forjado y construido teniéndola como cimiento. Esto ha permitido tener un crecimiento relativamente estable y fuentes constantes de empleo, además de brindarle la oportunidad de tener una mejor calidad de vida, a personas de estados como Veracruz, Durango, Zacatecas y Coahuila,.
Hablo de la maquiladora porque creo que es ahí donde se ha proyectado uno de los mejores rostros de Juárez, una ciudad que siempre recibe con los brazos abiertos. Desde hace mucho tiempo dejó de ser una estación de paso y se convirtió en una casa para muchos: quienes llegaban con la intención de emigrar hacia los Estados Unidos o venían de forma temporal, terminaron por quedarse y construir su futuro.
Cuando digo que Juárez es una ciudad que abre sus brazos, no me refiero únicamente a la oportunidad de empleo, también lo digo porque históricamente ha sido así. En 1865, durante la Intervención Francesa, fue capital del país cuando Benito Juárez era presidente, el mismo que optó por esta urbe como refugio.
Años más tarde, fue sede de la primera entrevista en México entre un presidente de los Estados Unidos y México, cuando William Howard Taft y Porfirio Díaz se reunieron.
Pero el destino se ha encargado de hacer ver la valía y el temple de esta ciudad. De manera reciente, Juárez ha sido una de las regiones más afectadas por la crisis de inseguridad y violencia que ha azotado a México en los últimos años.
Durante la llamada “Guerra contra el Narcotráfico”, se fueron inversionistas, familias y negocios; además, los medios de comunicación optaron por invertir todos sus recursos informativos en dejar ver el lado más obscuro de Juárez.
Aunque ciertamente sigue padeciendo la violencia, Juárez ha mantenido viva la esperanza de volver a ser una región de paz y prosperidad. Quizá sea el momento de dejar de ver a esta ciudad como una víctima de la inseguridad, y se consideren las cosas buenas que se mantienen, surgen y prevalecen como una victoria social.
Juárez no ha llegado a su punto máximo, se confundió de camino pensando que el vertiginoso ritmo económico era sinónimo de prosperidad y desarrollo, y eso lo pagó muy caro.
Es aquí donde aparece el principal motor de Ciudad Juárez: su gente. Hoy, la sociedad ha entendido que no ha llegado, que para tener una mejor ciudad queda mucho camino por recorrer y construir.
En Juárez hay un enorme parque llamado: “El Chamizal”, es una gigante área verde llena de árboles justo en medio del desierto. Para mí, eso es Juárez. Una ciudad donde puede ocurrir lo imposible, donde a pesar de las circunstancias y adversidades, el árbol que se aferra a vivir y a crecer, lo hace.
Esta es Ciudad Juárez, una ciudad de retos, desafíos y oportunidades constantes. Una ciudad que es más que el narcotráfico y la inseguridad. Más que la ciudad que divide a la potencia mundial de México.
Aunque no se le reconozca, Juárez es la ciudad que venció al desierto. Y ésa, es su mejor victoria.
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