A pesar de las altas expectativas que generó el regreso del PRI al poder, en este primer año de gobierno el presidente Peña Nieto no ha podido dar solución a problemas que impactan directamente a la sociedad, no hay progreso económico, ni seguridad.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
Peña Nieto empezó con dando golpes simbólicos y mediáticos muy fuertes pero que, con el paso del tiempo, se fueron diluyendo. Primero fue la firma del llamado “Pacto por México” con las principales fuerzas políticas del país, seguidamente lanzó “La Cruzada Nacional contra el Hambre”, que tuvo mucha aprobación; y, finalmente, la detención de la líder del magisterio, Elba Ester Gordillo, con mensaje presidencial en cadena nacional incluido.
La euforia del cambio se fue apagando. Quizás para muchos un año pueda representar poco tiempo para poder ver avances concretos en materia de seguridad y desarrollo económico, entre otros, pero el problema es que para la gente, en su bolsillo y en las calles, las cosas simplemente no mejoran.
Aunque el gobierno no quiera verlo, existe un desánimo social muy agudo que cada día se agrava más. Ya no se trata sólo de aquellos que no simpatizan con el Presidente o con su partido, sino que tiene relación con los asesinatos que siguen produciéndose, las extorsiones y secuestros que no censan y el precio de los servicios que incrementan al pasar de los días.
Segundo año
Enrique Peña Nieto iniciará su segundo año como presidente sin las expectativas generadas por lo incierto. Ahora, parece imposible esconder la realidad detrás de una encuesta o de una campaña publicitaria.
Altas expectativas para unos, pero para otros sumamente cuestionado por una gran parte de la sociedad. Así inició el gobierno de Peña Nieto su andadura aunque, bien es cierto que tomó un país devastado, sin rumbo, en una profunda crisis social y económica y con una ciudadanía paralizada por el miedo a causa de tanta violencia y muerte.
A pesar de esta realidad, el Presidente cambió los rumbos, se dejó de hablar de muertos, violencia y narcotráfico y se invirtieron todas las baterías en las cinco reformas por las que apostó para “transformar a México”.
El rumbo reformista por el que se ha apostado en el primer año de gobierno ha generado un gran rechazo social. Desde el mismo 1 de diciembre de 2012, se vislumbraba este panorama. Ese día quedó claro, no sólo el rechazo social, sino también la postura que el gobierno adoptaría ante las manifestaciones.
El 2013 ha sido un año de lucha incesante desde las calles, bajo el nombre que sea. Inconformes, quejosos o anarquistas, cada protesta ha sido reflejo de que estamos ante un gobierno que escucha poco, simula el diálogo y le apuesta a la fuerza pública como primera opción.
Uno de los problemas centrales del gobierno que encabeza EPN es que no hay lugar para la autocrítica; y mucho menos se aceptan las opiniones externas con la apertura que el mismo presidente presumió en su primer discurso oficial:
“Como Presidente democrático respetaré las voces de la sociedad. Voy a ejercer un gobierno abierto, que hable con verdad, que pida opinión, que escuche a la ciudadanía y tome mejores decisiones”.
Enrique Peña Nieto, termina su primer año justo como lo inició: descontento social - reflejado en las manifestaciones y protestas -, regiones del país sumidas en la violencia a consecuencia del narcotráfico y la incapacidad del gobierno por hacerles frente de manera inteligente.
Durante este año, la percepción de la inseguridad aumentó hasta el 72.3%, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). De acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, la inseguridad y la delincuencia son los principales problemas que los mexicanos enfrentan; seguidos del desempleo y el aumento de precios.
A lo anterior no sólo lo respaldan los números, también la realidad nos empuja a darnos cuenta de que los datos no están fuera de lugar. Como ejemplo están los estados de Guerrero, Chihuahua, Nuevo León, Jalisco, México y recientemente Michoacán. En estas regiones se cometen la mayoría de los actos violentos y, extrañamente, algunos siguen siendo los mismos que cuando el expresidente, Felipe Calderón, inició la “Guerra contra el Narcotráfico”.
Un año puede ser poco tiempo, cierto, pero el problema es que México no ha cambiado ni un poco respecto al país que era hace un año, permanecemos en el mismo sitio o estamos retrocediendo. Es verdad que las reformas propuestas atienden cuestiones que son vitales para el desarrollo del país, pero se han olvidado cuestiones que son primarias como la seguridad y el empleo.
Enrique Peña Nieto iniciará su segundo año como presidente sin las expectativas generadas por lo incierto. Ahora parece imposible esconder la realidad detrás de una encuesta o de una campaña publicitaria.
Viene el segundo capítulo de EPN y lo tendrá que hacer cargando con los problemas que prometió resolver y no ha hecho. Porque mientras en México sigan las desapariciones, los asesinatos, las extorsiones, los secuestros y no se resuelvan los casos impunes del pasado, eso de transformar o mover a México será mero y llano discurso.
Hasta hoy, Enrique Peña Nieto nos sigue debiendo.
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