viernes, 20 de septiembre de 2019
viernes, 21 de julio de 2017
martes, 14 de abril de 2015
¡Te extrañaremos Eduardo Galeano!
El derecho al Delirio - Eduardo Galeano.
¿Qué tal si deliramos por un ratito?
¿Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible?
El aire estará limpio de todo veneno que no provenga de los miedos humanos y de las humanas pasiones...
En las calles los automóviles serán aplastados por los perros...
La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por el ordenador, ni será comprada por el supermercado, ni será, tampoco, mirada por el televisor.
El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratado como la plancha, o el lavarropas.
Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar en vez de... vivir por vivir nomás... Cómo canta el pájaro sin saber que canta y cómo juega el niño sin saber que juega.
En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen por cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo.
Nadie vivirá para trabajar, pero todos trabajaremos para vivir.
Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.
Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos.
Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.
La solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie, nadie,
tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo.
La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes,
y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero.
Nadie morirá de hambre... porque nadie morirá de indigestión.
La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio...
porque la comida y la comunicación son derechos humanos.
Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura,
porque no habrá niños de la calle.
Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.
La educación no será el privilegio de quiénes puedan pagarla
y la policía no será la maldición de quiénes no puedan comprarla.
La justicia y la libertad... hermanas siamesas condenadas a vivir separadas,
volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.
En Argentina, las locas de plaza de mayo serán un ejemplo de salud mental,
porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará: festejar el cuerpo. La Iglesia también dictará otro mandamiento que se le había olvidado a Dios: amarás a la naturaleza de la que formas parte.
Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma.
Los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos se desesperaron de tanto esperar y ellos se perdieron por tanto buscar.
Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de belleza, y voluntad de Justicia... hayan nacido cuando hayan nacido y hayan vivido donde hayan vivido, sin que importe ni un poquito las fronteras del mapa ni del tiempo.
Seremos... imperfectos,
porque la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses.
Pero en este mundo, en este mundo chambón y jodido,
seremos capaces de vivir cada día cómo si fuera el primero y cada noche
cómo si fuera la última.
viernes, 5 de septiembre de 2014
Corrupción: acusación y mea culpa.
La corrupción es uno de los males más dañinos para México. En las últimas décadas hemos presenciado cómo este fenómeno ha marcado la dinámica social, política y económica del país. Desgraciadamente, parece que nos hemos acostumbrado a ver cómo políticos, empresarios, policías, líderes sindicales, instituciones, funcionarios públicos y la misma ciudadanía, son partícipes de este tipo de actos, lo que deja en evidencia, lo arraigada que se encuentra en nuestra cultura.
Por Noé Alí Sánchez Navarro/@noesanz
Lejos de ser sólo un dicho o una frase popular: “El que no tranza, no avanza”, de cierta manera representa que la corrupción ya es parte de lo cotidiano. La ciudadanía se ha apropiado de esta lógica, y ante la costumbre, lo ha dejado de ver como un problema y lo ha asumido como una especie de mal necesario.
Aunque resulta sumamente complicado medir índices de corrupción, es decir, saber qué tan corruptos somos los mexicanos en las actividades que realizamos, podemos darnos cuenta de que a pesar de las estrategias implementadas en los últimos años, y por lo que vemos en las calles y en los medios de comunicación, no hemos avanzado, al contrario, hemos retrocedido angustiosamente.
A finales del año pasado, la organización Transparencia Internacional dio a conocer su Índice de Percepción de la Corrupción 2013, en el cual, México se ubicó en el lugar 106 de 177 naciones, lo que significa, según dicho organismo, que nuestro país es uno de los más corruptos.
La corrupción es un mal social que se relaciona normalmente con las acciones del gobierno, los partidos políticos y las grandes empresas, y no es para menos, la verdad es que no deja de sorprendernos el hecho de que servidores públicos se valgan de este tipo de acciones para conseguir un beneficio personal o para el grupo al que pertenecen.
De los numerosos casos de corrupción que han trascendido, de acuerdo al poder económico y político de los implicados, en la mayoría de ellos, simplemente se hizo poco o nada. El archivo de la corrupción tiene nombres como: Carlos Romero Deschamps, Genaro García Luna, Humberto Moreira, Tomás Yarrington, HSBC Holdings, Wal-Mart, y Oceanografía, y podríamos seguir con una cuantiosa lista.
La corrupción se ha convertido en un estilo de vida para un amplio sector de la sociedad. No se trata sólo de decir que los liderazgos políticos y sociales se encuentran corrompidos, también como sociedad hemos abonado a la construcción de esta cultura, factor que sin duda, ha quebrantado la confianza entre la misma ciudadanía.
Si bien es cierto, que cuando hablamos de corrupción tenemos que referirnos a la falta de ciertos valores como la honestidad, la sinceridad y el respeto, también es cierto que para que ello suceda, se necesita forzosamente la complicidad del “otro”, ya sea de quien corrompe o se deja corromper, es decir, es cosa de dos.
Se suele hacer un serio enjuiciamiento hacia quienes cometen este tipo de delitos, sobre todo si se trata de servidores públicos, pero también debemos considerar aquellas prácticas menores, esas que quizá, para muchos no representen un gran problema, pero que sin duda se convierten en reproducciones de un mal.
Este tipo de prácticas son todas aquellas que se realizan para obtener alguna ventaja sobre los demás, e inician desde situaciones muy simples: dar “mordida”, hacer uso de influencias, sobornar y/o pagar por no realizar algún trámite u obligación, e incluso, hoy vemos con más frecuencia, cómo algunos jóvenes prefieren pagar para no hacer fila y así ingresar a algún antro o restaurante; la estrategia está en llevar un billete al alcance de la mano.
Lamentablemente, es complicado que la ciudadanía pueda exigir una respuesta cuando ella misma está siendo partícipe y cómplice de este tipo de actividades, insisto, el volumen no importa, lo que cuenta es el hecho, porque con ello, se agrava un problema que inicia como una acción aislada para luego convertirse es una actividad constante y de poder.
Creo que en gran medida la corrupción ha sido un potente catalizador para las desgracias recientes en nuestro país, tan sólo si hablamos del narcotráfico, en cualquiera de sus manifestaciones, resulta muy complicado entender su crecimiento, tráfico y estructura, sin considerar el papel del gobierno como facilitador y guardián de esta actividad criminal.
Pero también en lo micro hay responsabilidades, ya que en cada “mordida”, soborno y uso de influencias, se va construyendo una sociedad más desconfiada, ya no sólo de sus gobernantes y autoridades, sino hasta de sus semejantes. Cuando somos cómplices, partícipes y/o testigos de la corrupción, corrompemos nuestros propios principios.
Es importante ir más allá de las propuestas de ley e iniciativas gubernamentales, para avanzar en este sentido, también es vital que nos convenzamos de que no hay males necesarios, y que el repudio y el rechazo a la corrupción no pueden ser sólo discurso, sino que deben convertirse en acciones que reflejen el verdadero respeto a la ley y a la convivencia ciudadana.
jueves, 7 de agosto de 2014
Juárez: Bajo el "Techo Comunitario" con Daniel Torres.
El acceso de los jóvenes a nuevas oportunidades está bastante limitado. No es un secreto que muchos de ellos se encuentran excluidos de espacios educativos y laborales principalmente, pero desgraciadamente no sólo ahí se encuentran al margen, también se ha visto cómo han quedado fuera de las áreas de esparcimiento y recreación, aquellas que muchas veces se encuentran desatendidas y con secuelas del vandalismo.
Noé Alí Sánchez Navarro / @noesanz
En Ciudad Juárez, después de vivir años intensos marcados por la inseguridad y la violencia, desatados especialmente por la guerra contra el narcotráfico, han tomado mayor importancia los proyectos organizados por los ciudadanos: grupos, colectivos y asociaciones; proyectos creados para fortalecer a las comunidades y dotarlas de herramientas que dignifiquen la vida.
Daniel Torres es un joven alegre y entusiasta, comprometido con la ciudad donde le tocó nacer. Hace algunos años se graduó como psicólogo y desde hace más de tres trabaja como coordinador educativo en una asociación llamada: “Techo Comunitario”. Esta asociación se encuentra enclavada en uno de los sectores con mayor rezago de la ciudad, para diferentes centros de investigación, esta zona se ubica en lo que se ha denominado: El polígono de pobreza.
Daniel Torres es un joven alegre y entusiasta, comprometido con la ciudad donde le tocó nacer. Hace algunos años se graduó como psicólogo y desde hace más de tres trabaja como coordinador educativo en una asociación llamada: “Techo Comunitario”. Esta asociación se encuentra enclavada en uno de los sectores con mayor rezago de la ciudad, para diferentes centros de investigación, esta zona se ubica en lo que se ha denominado: El polígono de pobreza.
Desde hace más de 15 años, el centro ha brindado sus mejores esfuerzos para dar atención y acompañamiento a niños, jóvenes y adultos mayores.
Para Daniel, el trabajo que realizan este tipo de grupos en la ciudad es muy importante para fortalecer los lazos sociales: “No se trata de cambiar la forma de pensar de las personas, es ver a la gente como comunidad”. El centro recibe diariamente a un centenar de personas y para los habitantes de la Colonia Toribio Ortega y sus alrededores, se ha convertido en un lugar para la convivencia. Sobre todo son los jóvenes, los que a través de actividades artísticas, deportivas, culturales y lúdicas han encontrado un espacio para desenvolverse sin temor, dejándose ver auténticos y conviviendo con los demás.
De los proyectos que se han emprendido con jóvenes, destacan: “A Ganar” y la “Ludoteca”, éstos han generado que los usuarios del centro reconsideren la posibilidad de seguir estudiando y aprendiendo, aunque no sea en la modalidad tradicional. Muchos de los niños y jóvenes en edad de estudiar, han decidido dejar la escuela, y no sólo es por falta de recursos u oportunidades, en algunos casos también lo hacen porque no les gusta o no se sienten competentes.
Daniel, considera que eso también es una problemática donde los maestros y las escuelas tienen gran responsabilidad, ya que asegura que hay niños a los cuales simplemente no les gusta o tienen miedo de ir, y que es importante conocer cómo el maestro está realizando su trabajo en el salón de clases para comprender por qué a los niños nos les interesa asistir.
La deserción escolar es una dificultad que se vive en gran parte del país, no hace mucho la Secretaría de Educación Pública, informó que más de un millón de niños y jóvenes dejaron de asistir a la escuela en el último periodo escolar. Lo que representa un costo de más de 34 mil millones de pesos.
Conscientes de esta situación, en el centro se realizan diversas actividades, como la asesoría psicopedagógica y el acompañamiento. Actualmente han establecido convenios con otras organizaciones para que los jóvenes que tuvieron que dejar sus estudios puedan terminar la educación básica, e incluso, en otros casos, para que puedan concluir una carrera técnica que les permita conseguir un empleo.
Una historia excepcional es la de Alondra, una joven que Daniel describe como “incansable”. Además de cuidar a sus hermanas gran parte del día y estudiar la preparatoria, Alondra asiste a Techo Comunitario y se ha dado la oportunidad de participar en el programa “A Ganar”, donde está estudiando para ser “Chef”, pero eso no le ha impedido darse el tiempo de apoyar en la ludoteca.
La asociación también ha invertido esfuerzos en prevenir la violencia y dar atención a quienes se han visto afectados por ella. Daniel Torres recuerda que hace algunos años mataron a cuatro personas a unas cuantas cuadras de “Techo”, además del miedo que esto provocó, también fue motivo de tristeza, ya que las víctimas del homicidio eran familiares de niños que asistían al centro.
“Después de ese momento decidimos llevar la ludoteca a las calles, además de proponer una serie de talleres juveniles, como los de Arteterapia, que busca trabajar las emociones, el amor y la fraternidad”.
Los jóvenes usuarios del centro han descubierto un sinnúmero de cosas con las que se sienten plenamente identificados. Por ejemplo, a través del “club digital” donde se les brinda el préstamo de computadoras con acceso a Internet y se les ofrecen talleres sobre el uso de las nuevas tecnologías, han podido poner en práctica destrezas y nuevos conocimientos. Según Daniel, a través de las redes sociales los jóvenes han encontrado un espacio para expresar sus sentimientos, además de haber mejorado su habilidad para escribir, se han interesado por la serigrafía, participan en comunidades como acción poética y algunos incluso han aprendido programas de diseño.
Desde muy temprano, “Techo” abre sus puertas cada día para empezar de nuevo, conscientes de que se han convertido en algo más que un lugar de escape, hoy son una opción para cientos de jóvenes, promoviendo la fraternidad y la inclusión, pensando siempre en el bien de los demás. Allí es donde Daniel llega cada mañana, puntual a su cita, con la que considera su comunidad, él mismo lo describe como un trabajo fuerte, pero dice alimentar sus ánimos de las experiencias e historias de vida que ha visto pasar por el centro.
Daniel concluye: “Si el joven está triste, nosotros estamos tristes, ya que trabajamos por la comunidad”.
viernes, 9 de mayo de 2014
La herencia de #YoSoy132
En los últimos años, hemos podido presenciar cómo un gran sector de la población joven a nivel mundial se ha apoderado de Internet, ya no sólo como una herramienta tecnológica, sino también como una plataforma política y social. Particularmente, a través de las redes sociales como Facebook y Twitter, se han difundido y gestado movimientos como el de los indignados en España, la primavera Árabe, las recientes movilizaciones en Brasil y el #YoSoy132 en nuestro país.
Por Noé Alí Sánchez Navarro @noesanz
Quizá pocos imaginaron la transcendencia que tomaría el movimiento #YoSoy132, el mismo que encontró sus raíces en la juventud universitaria, pero que al tiempo logró “provocar” no sólo a estudiantes y jóvenes, sino que fue encontrando refugio, fortaleza y apoyo en muchas regiones del país.
Se cumplen dos años del inicio de este movimiento. Aquel 11 de mayo del 2012 en la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México (Ibero) comenzó lo que cimbraría y llevaría a otra dimensión una campaña electoral en la que prevalecían: el poder del monopolio televisivo y de algunos otros medios, un proceso frío e insípido, y la supuesta apatía de los jóvenes mexicanos por ser partícipes en el terreno de lo político.
Desde ese día, el movimiento ha permanecido en el centro de la crítica, para muchos gravitando en la radicalidad y para otros, representando un aire frescopara la política nacional.
Para empezar, #YoSoy132 llevó al terreno de la opinión pública y del debate nacional las propuestas, protestas y exigencias de los jóvenes, es decir, la realidad descrita por ellos mismos y no a través de intermediarios o representantes políticos.
Los temas puestos en la mesa fueron (y siguen siendo) factores fundamentales para los jóvenes, pero no por eso se encontraban fuera los demás reclamos sociales: la injusticia, la corrupción, la pobreza, la represión, el abuso de autoridad y la impunidad.
También, le debemos poder ser testigos de una nueva camada de activistas y luchadores sociales, porque logró “despertar” a más de uno, e independientemente de las preferencias políticas, la fuerza del movimiento “empujó” a una gran cantidad de ciudadanos a repensar el estado de la política actual, la democratización de los medios y la fuerte necesidad de una democracia fuerte y real.
Le debemos al #YoSoy132 la recuperación de la memoria histórica de los movimientos juveniles organizados en décadas pasadas, cuando el autoritarismo del partido hegemónico reprimía el pulso de la protesta social.
En gran medida el movimiento recuperó muchas de las demandas, hartazgos, sueños y esperanzas de los grupos obreros, campesinos y estudiantiles.
Aunque algunos consideran que el movimiento se ha ido esfumando a lo largo de los días, aún es posible ver en distintas ciudades a jóvenes comprometidos con el movimiento, quizá incorporando algunas cosas de acuerdo a sus realidades, pero conservando la esencia del mismo: la autenticidad y la horizontalidad.
De igual manera le debemos la espontaneidad del movimiento, su creatividad y el ingenio, utilizando todos los recursos (im)posibles a su alcance para la trasmisión constante de sus ideas y acciones. Reposicionando el uso de Internet, convirtiéndolo en un espacio abierto, de diálogo, interacción y debate.
A través del 132 pudimos palpar términos como “organización horizontal”, “política viral” y “tecnopolítica”, así como presenciar que la organización ciudadana es posible a través del uso de las redes sociales, por medio de “posts” y “tuits”; y que el debate virtual que se inicia a través de #hashtags puede trascender, nutrirse y llegar hasta las calles.
Es importante recordar que la incursión del movimiento se dio en un contexto de desilusión política, a causa de la transición democrática que resultó ser sólo una ilusión, y de un ambiente de alto peligro a consecuencia de la famosa guerra contra el narcotráfico, la misma que dejó a su paso miles de muertos, huérfanos y un país envuelto en el miedo.
Es en ese contexto donde la presencia de un movimiento que visibiliza al joven como protagonista, cobra más valor. Desde la mirada adultocéntrica se critica y cuestiona con severidad la apatía juvenil, quizá esta mirada se encuentre desgastada, porque guste o no, el movimiento movió por sí solo a multitudes, tuvo impacto político y despertó el activismo ciudadano.
Se cumplen dos años de #YoSoy132, probablemente nadie imaginó que de aquella manifestación en la Universidad Iberoamericana vendrían después las grandes movilizaciones, la organización de asambleas, y la presentación de manifiestos, momentos que hicieron vibrar las circunstancias de la política nacional.
México le debe mucho a este movimiento, porque aunque quizá el 132 no alcanzó a cumplir con todos los propósitos trazados, ni tampoco cambió el destino del país, “provocó” a una nueva generación de jóvenes, y ellos si pueden cambiar el futuro del país.
viernes, 25 de abril de 2014
Batallas en las calles: La Criminalización de la protesta.
La iniciativa enviada por el presidente Enrique Peña Nieto en materia de telecomunicaciones ha vuelto a polarizar, sacudir y atemorizar al país. Aunque para algunos es un tema escabroso y confuso, un sector de la población decidió manifestar su inconformidad en las calles; si bien es cierto que estas movilizaciones han provocado que el tema se analice mejor, también han dejado al descubierto (una vez más) que la represión y la censura han asfixiado toda posibilidad de protesta social.
Noé Alí Sánchez Navarro /
@noesanz
En
México se han incrementado considerablemente las violaciones a la libertad de
expresión, parece ya un tema recurrente que en cada manifestación por parte de
la sociedad, nos encontremos con enfrentamientos violentos, abusos por parte de
la autoridad y detenciones injustas y arbitrarias.
Ante
el contexto actual, decir que la sociedad no se encuentra confusa, dividida e
incluso polarizada, sería mentir. Cada una de las movilizaciones sociales de
las que hemos sido testigos en los últimos dos años, representan una serie de
desilusiones, miedos, inconformidades y un profundo hartazgo.
A
pesar de que en nuestra ley se establece que la manifestación de las ideas no
deberá ser objeto de ninguna inquisición judicial o
administrativa o que no se podrá coartar el derecho a asociarse o a reunirse
pacíficamente con cualquier objeto lícito, en las últimas protestas ciudadanas
ha quedado muy claro que, las manifestaciones incomodan de sobremanera a
quienes dirigen el rumbo del país.
La movilización más reciente se realizó hace algunos días, fue convocada
a través de las redes sociales y buscaba expresar particularmente, el rechazo a
la regulación de internet que se había establecido dentro de las leyes
secundarias de la reforma en telecomunicaciones.
A
pesar de que la manifestación se realizó de manera pacífica, un grupo de
personas fueron interceptadas y golpeadas por policías de la Ciudad de México,
lo que dejó como resultado heridos y detenidos, la mayoría de ellos jóvenes.
Más
allá de hacer un análisis sobre el contenido, las consecuencias, desventajas, o
supuestos beneficios que esta reforma traería, creo que es importante
detenernos en el hecho de que en México cada vez es más difícil manifestar el
rechazo o la inconformidad.
Esta
vez fueron pocos los afectados, pero si hacemos memoria, nos vamos a encontrar
con que en los últimos años este tipo de situaciones se han venido presentando
de manera constante, además de que se ha incrementado el uso de la fuerza
pública, lo que ha provocado enfrentamientos cada vez más violentos entre
sociedad y policías.
Desde
el primero de diciembre de 2012, durante la toma de posesión de Enrique Peña
Nieto como presidente de México, quedó claro que la postura que se tendría para
las manifestaciones sería responder con mano dura.
Luego,
pudimos ver en los enfrentamientos entre policías y maestros de la Coordinadora
Nacional de Trabajadores de la Educación, durante las manifestaciones contra la
reforma educativa, que el diálogo sería simulado y con muchos obstáculos.
Por
otro lado, se encuentran aquellas que se viven en el interior del país, mismas
que reclaman justicia, mejores salarios, empleos, apoyos, entre otras
exigencias; han dejado en claro que las formas no importan cuando se trata de
“preservar la paz y el orden público”.
Hace
algunos días, varias organizaciones defensoras y promotoras de los derechos
humanos, presentaron el informe “Control del Espacio Público", los
resultados de este estudio nos avientan a una desalentadora realidad: Existen
claros indicios de una política de criminalización y persecución ante la
protesta social.
Según
dicho informe, en los últimos años se han incrementado las violaciones al
derecho a la protesta, así como también se ha atentado contra la libertad de
expresión. Buscando por diversos medios criminalizar y reprimir la protesta
social.
Si
volteamos la mirada nos vamos a encontrar con movilizaciones y operativos
policiacos impresionantes y exagerados; con un manejo mediático que lejos de
informar, estigmatiza a quien protesta, y por supuesto, con un gobierno que
parece, le resulta muy complicado escuchar.
Estamos
frente a los síntomas de un mal patológico que parece haber regresado, es como
un cáncer que ha vuelto de golpe y sin previo aviso, el hecho de ver a policías
enfrentando a la sociedad como si fueran criminales, representa un doloroso
retroceso para el país.
Desgraciadamente
después de cada manifestación salen a la luz los abusos, las detenciones
arbitrarias, las violaciones a los derechos humanos y el uso excesivo de la
fuerza por parte de la policía.
Además
de esto, el grave problema de la criminalización de la protesta social es que
esto ha generado que la sociedad también termine por criminalizar el hecho de
expresarse y levantar la voz.
Con
la complicidad de algunos medios de comunicación, las manifestaciones se están
convirtiendo, para el imaginario social, como asuntos de “revoltosos”,
“quejosos” e “inconformes”, para otros tantos y no menos grave, aquellos que
protestan son “violentos” y hasta “peligrosos”, es decir, etiquetas por todas
partes.
Criminalizar
la protesta social elimina toda posibilidad de consenso y de participación
ciudadana real, además de que proyecta la imagen de un gobierno temeroso a los
cuestionamientos e insensible a la inconformidad.
No podemos aspirar a ser un país con una
democracia fuerte y estable, si en él, se permite que las protestas se limiten,
impidan o violenten. La libertad de expresión es un pilar de la democracia, es
un ejercicio que posibilita de lo político a la ciudadanía.
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